Sábado 22 de agosto de 1998

 








 

 


MENSAJE
Cuando no se acatan las advertencias

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

L
a noche estaba fría en San Diego, California. El equipo de voleibol, de Alberta, Canadá, había venido a la ciudad para dar exhibiciones de su juego. Todos se alojaron en el, "Misión Valley Inn", un hotel de doscientas habitaciones. Louis Korosi, de 21 años de edad, y Henry Wong, de 20, tomaron una de las habitaciones. Allí había un cartel que decía claramente: "No encienda la calefacción". Ellos pensaron que era por economía del hotel, y la prendieron de todos modos.

Durante la noche, un sutil hilo e monóxido de carbono subió desde el sótano hasta la habitación del sexto piso donde dormían. Louis murió de intoxicación, y Henry quedó inconsciente. Lo más probable es que nunca vuelva a ser normal. Había una falla en el sistema de calefacción. De ahí la prohibición.

Cuándo aprenderá el ser humano a poner atención a las advertencias? El rótulo estaba claro. Las palabras estaban bien escritas, y su significado, muy evidente. La advertencia decía: "No encienda la calefacción". No había allí ninguna confusión. Los del hotel supusieron, y con razón, que nadie desobedecería las instrucciones. Pero no fue así. Y como consecuencia, un joven murió y el otro quedó anormal por toda su vida.

Hay muchos rótulos y señales y advertencias que el hombre no acata. Cuando los ve, no le importa desobedecerlos.

Algunos no tienen consecuencias de monto mayor. Si el rótulo dice: "No pise la grama", se supone que nadie va a ir a la cárcel, o mucho menos nadie matará a nadie si se pisa. Otros son más serios. Si la señal de tránsito dice: "Guarde su derecho", el que desobedece esa señal corre peligro de un accidente que puede dejarlo en silla de ruedas por toda la vida o, peor aún, matarlo.

Otros tienen consecuencias eternas. Infringir el "No robarás", o el "No cometerás adulterio", o el "No matarás" -leyes que pertenecen al decálogo moral de Dios- le cuesta al hombre no sólo dolor, agonía y frustración en esta vida sino mil veces más. Le costará la vida eterna. El desobedecer las advertencias divinas tiene consecuencias eternas.

"Pero ya es muy tarde -dirá alguien-. Ya he cometido todos esos pecados". Por eso vino Jesucristo al mundo. La Biblia nos dice que su sangre nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). Rindámosle nuestra vida a Cristo, y El abogará nuestra causa ante el Padre Celestial.

 

 

 

 

 

CULTURA
Katy Jurado continúa grave en un hospital de Monterrey.

 

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