Era la medianoche de un día cálido de verano en Boulogne, Francia. Paulo Bonthoux bajó a la cocina, encendió la luz y buscó un martillo en el cajón de las herramientas. Regresó luego al cuarto, asestó un certero martillazo en la cabeza de su esposa, y se volvió a acostar.
Cinco horas más tarde, con el amanecer, Paulo despertó. Su esposa estaba muerta a su lado, y él aún tenía en la mano el arma homicida. Había sido un extraordinario caso de sonambulismo. Extrañamente, los jueces y los psiquiatras que examinaron el caso hallaron culpable a Bonthoux. "Mató a la esposa dormido - explicaron-, pero lo mismo pudo haber hecho despierto."
Sonambulismo es el movimiento automático que se produce durante el sueño. Esto incluye caminar y hacer cosas mientras se duerme. Se supone que el sonámbulo no sabe lo que hace, y que si llega a cometer cualquier hecho mientras duerme, no se le considerará responsable. "El hombre -expuso un psicólogo- es un autobús en el que viajan todos sus antepasados." Y Lombroso, el criminalista italiano, concluyó: "Hay criminales natos que forzosamente tienen que cometer en la vida el crimen para el cual nacieron."
�Qué es lo que en el fondo mueve las acciones del ser humano? Los psicólogos dicen que son sus frustraciones y complejos, sus fobias retenidas muy sepultadas, sus enconos antiguos, y las impresiones recibidas en la primera infancia.
La Biblia atribuye al corazón del hombre, a esa mezcla sutil y compleja de sentimientos y conciencia, toda la razón de sus acciones. Jesús lo expresó en estos términos: "El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón saca el bien, pero el que es malo, de su maldad saca el mal" (Mateo 12: 35). Y el proverbista Salomón nos aconseja: "Por sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque de él mana la vida" (Proverbios 4: 23).
Quizá Bonthoux tenía en el corazón el asesinato de su esposa, y en un momento de sonambulismo, realizó lo que de todos modos deseaba hacer.
Lo que somos por dentro seremos por fuera. Es inútil querer cambiar nuestros hechos sin cambiar nuestro corazón. Pero Cristo, si se lo pedimos, nos dará un corazón nuevo. Si necesitamos un cambio en nuestra vida, basta con que busquemos a Cristo. �l sólo espera a que lo invitemos a hacerlo.