Muchas veces, las grandes conflagraciones dimanan de la combustión espontánea, otras, casi siempre, es la intromisión sin orden del hombre que mete mano ocasionando la terrible catástrofe.
Hay momentos de abstracción y de meditación en que los sentidos quedan paralizados, perdiendo todo género de contacto con el mundo exterior, tal es mi caso al leer la noticia sobre 22 casos de SIDA, nuevos, en Santiago de Veraguas.
Realmente me causó perplejidad. Y pensé, esta no es más que una bandada de desorientados que huyen despavoridos buscando asilo en la nada.
�Qué es lo que tratamos de conseguir implantando la adoración del error, incentivando el disparate canalla, atiborrando la ciudad de fantasmas, pensando sólo en el tormento que los consume y deprime?
Esto es decirle un no a la pervivencia humana, teniendo presente que la enfermedad es incurable y exige un régimen riguroso medicamentoso, para mantener la neutralización del virus en el cuerpo.
Son miles de dólares que eroga un ser humano atacado por el germen que menoscaba las defensas orgánicas, exponiendo deliberadamente los sistemas a la intromisión de otros microorganismos letales.
Es más fácil que se levante un herido sometido por las armas a que se levante el atacado por las lacras abominables como secuela de los trastornos morbosos.
Llorar no es suficiente para borrar los daños causado entro de sí. Privémosnos de sembrar la semilla del dolor en el hogar; las esposas y los niños, no se merecen ese premio miserable, desgraciado y también desgarrador.
Necesario es sentarse a pensar no entregándose a los brazos de una aventura trágica, careciendo de fuerzas para destruir obstáculos que osen desafiar el comportamiento lícito. El monstruo pisa nuestra sombra, empujándonos con cuidado a las profundidades invisibles , que están detrás de nosotros, secuestrando el pasado silenciosamente.