La principal y más antigua universidad del país cumple 75 años de fundada, ocasión propicia para hacer un balance crítico sobre su devenir, papel desempeñado, aportes, debilidades y desafíos actuales y futuros.
La Universidad de Panamá surgió tardíamente en 1935, a casi dos siglos de aquella colonial Universidad de San Javier y a más de tres décadas de la independencia de 1903. En el momento de su fundación había una polémica entre los que optaban por una institución de carácter internacional y los que postulaban un ente universitario nacional.
Cuantitativamente, la Universidad de Panamá ha crecido en la oferta de carreras, matrícula, infraestructuras y presencia nacional, considerada la megauniversidad del país. Sin embargo, en los últimos 7 años se registra una drástica tendencia hacia la disminución de la matrícula, pues hemos pasado de 74, 059 estudiantes en el 2003, a sólo 49, 508 matriculados en el 2010. Todo indica que el decrecimiento estudiantil continuará, salvo que se identifiquen las causas reales de ese descenso y la universidad sea capaz de refundarse.
La realidad de la educación superior ha variado notablemente a la de hace 30 años, pues la Universidad de Panamá no es la única oficial ni compite con una sola universidad particular.
Todos aceptamos que nuestro país experimenta los efectos de la globalización del conocimiento y la información, factores que cada vez son más decisivos en los procesos productivos. Esto debe conducir a revolucionar la estructura institucional de la universidad. Si las universidades son la plataforma donde se produce, transfiere y se crean conocimientos, se debe convertir en fuerza impulsora de un modelo de tolerancia, solidaridad, justicia social y de propuestas de solución de los problemas nacionales.