Panamá ha logrado grandiosos triunfos en diversos ámbitos durante los últimos meses. Desde el olímpico salto en China de Irving Saladino, pasando por las victorias de Jones, Pelenchín y el Maestrito, hasta la última armonía de la voz de Margarita Henríquez durante el concurso Latinamerican Idol, el país ha sido noticia positiva en todo el mundo.
Todo el talento de nuestros jóvenes comienza a resplandecer. La sensibilidad del artista, así como la fortaleza y el vigor de los atletas comienzan a encender los pebeteros del orgullo patrio y estimulado la esperanza en los corazones.
Más allá de la violencia, la juventud despierta y corrige su camino. De manera individual, con fe inquebrantable y férrea voluntad deja muy en alto el nombre de Panamá.
Esto demuestra que contamos con suficiente material humano para alcanzar el éxito. Con sus saltos, sus puños o su voz, la juventud se abre camino hacia un futuro más promisorio.
La transmisión televisiva desde Argentina nos trajo la inconmensurable alegría de ver el vibrante triunfo de Margarita Henríquez, hija admirada de la provincia de Los Santos, donde comenzó a articular sus primeros registros vocales con la saloma.
La proyección de su voz, su personalidad carismática y la expresión sutil de su sensibilidad artística fueron los elementos más destacados de su participación en el concurso Latinamerican Idol.
En ese evento también dejaron su huella otros dos jóvenes talentos panameños que nos llenaron de orgullo en cada una de sus participaciones. Sin duda, este certamen estaba destinado a ser panameño.
No todo es violencia y pandillas, no todo es narcotráfico y derramamiento de sangre porque el brillo del genio panameño refulge como una veta de oro en el recinto de la oscuridad.
