Desde hace años hay un movimiento empresarial en Panamá para vender industrias nacionales al capital extranjero. Son las reglas del mercado y del capitalismo, pero el país se queda sin empresarios panameños que abandonan sus actividades tradicionales para incursionar en otras áreas o depositar su capital en los bancos o en bienes y raíces.
Esto ha ocurrido en la industria de las gaseosas, cemento, galletas, metales, en el sector bancario, en las empresas de servicio público y ahora se negocia la venta de la más importante industria láctea del país a una embotelladora de sodas.
Así poco a poco, nos quedamos sin industria local. Ese antiguo vínculo entre el empresario panameño y sus trabajadores desaparece para darle paso a la relación con una transnacional. Las ganancias que genere el negocio no se quedan en Panamá sino que es divisa que sale hacia el extranjero.
De igual modo no será la misma relación de la industria vendida con sus tradicionales proveedores y clientes, un nexo que se cultivó por años y donde además de los negocios hay amistad que muchas veces logra superar escollos.
No hay duda que vendrán otras ventas de industrias panameñas, pero Dios quiera que con toda las aperturas comerciales que imperan en el mundo globalizado de hoy, Panamá no pierda su capacidad de producción para convertirse en un mero receptor de bienes, servicios y alimentos Made In Extranjero, con su consecuente efectos sobre los trabajadores del campo, que tendrán que emigrar a la gran ciudad, porque no valdrá la pena seguir laborando en la campiña.