En estos tiempos en que muchas áreas en las afueras de la capital están bajo montañas de basura, y el futuro de la recolección de basura a nivel está en juego, hay que partir de un punto fundamental.
Estimados lectores: no podemos exigir limpieza de los demás si uno no da el ejemplo.
Cuando un vecino no pone su grano de arena en cuanto a la higiene y el ornato de su residencia, el resto de la comunidad se resiente.
No se trata de un simple problema de que "la casa del vecino está fea o hiede". Implica posible foco de enfermedades que pueden contagiar a niños y adultos.
Hay personas que acumulan chatarra y toda clase de desperdicios en los patios de sus casas. Que no sacan las bolsas de basura a tiempo, que dejan "caca" de perro en el patio sin recoger, entre otras cochinadas.
Todo lo anterior descrito es el paraíso para los roedores transmisores de infecciones, para las asquerosas cucarachas y para todas las variedades de mosquito capaces de contagiarnos con dengue, malaria y quién sabe que más.
A veces no extrañamos de por qué siempre tenemos sinusitis en la casa, o problemas respiratorios. Muchas de estas condiciones están relacionadas a la falta de higiene. Casas en donde no se recogen los pelos de perro, que están llenas de polvo acumulado y que encima de eso siempre están con las ventanas y puertas cerradas, son caldo de cultivo para las afecciones respiratorias.
Como siempre, los más afectados por la falta de higiene de los residentes de una vivienda resultan ser los más débiles: niños y adultos mayores.
Pensamos que en la casa estamos a salvo de la contaminación ambiental de los escapes de vehículos, pero si una casa está en la condición antes descrita, es como si pusiéramos a nuestros hijos y abuelitos en una cámara de gas.