Las campañas negativas parecen estar de moda. Esa tendencia necia de promocionar la candidatura propia señalando las faltas, vicios y defectos del adversario, se ha convertido en la norma para hacer política en tiempos de campaña.
En Panamá, los candidatos se están diciendo de todo: que si uno es paciente psiquiátrico y toma medicamentos para la loquera; que si la otra candidata es comunista y peón de Hugo Chávez; y que si el tercer candidato ha hecho su carrera envenenando a la juventud con licor barato.
No solo está sucediendo aquí en Panamá con los candidatos presidenciales. También ocurre en el Coloso del Norte, donde la campaña republicana se ha concentrado en explorar detalles de las amistades pasadas del candidato demócrata y presentarlas de modo que parezca que este representa valores antiestadounidenses.
Tal tipo de campaña deforma la información, de tal forma que de tanto machacar y machacar, las mentiras se convierten en verdades, y las verdades en mentiras. Así lo hacía los años 30s y 40s la maquinaria de propaganda Nazi en Alemania, con Joseph Goebbels al frente.
La campañas negativas y campañas sucias, que tanto están proliferando en el ambiente electoral de los países de la región, hacen cada vez más detestable la política criolla; como si ya no tuviese suficientes problemas de credibilidad.
Al final, �por qué motivos vamos a votar? �Estaremos votando por el mejor, o en contra de los demás?
Ante todo este panorama confuso, el ciudadano común debe saber leer entre líneas, separar los hechos de las palabras vacías, y realizar él mismo las comparaciones pertinentes entre los candidatos, evitando comerse todos los cuentos que nos quieren meter.