Martes 24 de nov. de 1998

 








 

 


FAMILIA
Los dilemas de la droga, el sexo y el HIV

James A. Inciardi

A
demás de su significación propia, los consumidores que se inyectan drogas también representan un grupo primordialmente de riesgo por transmitir la inyecciónn de HIV a los heterosexuales que no se inyectan y por introducir en los casos perinatales. Como se indicó anteriormente en este capüitulo, las relaciones sexuales con un drogadicto que se inyecta dan cuenta de más de la mitad de todos los casos de SIDA a través de contacto heterosexual en Estados Unidos. Y de igual forma, bastante más de la mitad de todos los casos de SIDA pediátrico tienen alguna relación con el consumo de drogas en inyección: madres con riesgo de infección de HIV a través del consumo de drogas por inyección y relaciones sexuales con un drogadicto que se inyecta. Más aún, hay estimaciones de que entre un 23 y un 60 por ciento de los compañeros sexuales de los drogadictos que se inyecta, según la localidad, han contraído el virus HIV. La trasmitación se produce principalmente de hombre a mujer y la mayoría de los infectados son mujeres que no se inyectan.

Muchos de los temas que rodean a la expansión de la infección de HIV entre las parejas sexuales se arraigan en los temas subculturales de la confianza, dado que la vida de la mayoría de los drogadictos que se inyectan está marcada por la inseguridad, la aprensión, las relaciones frágiles y una mínima relación familiar. En consecuencia, los tipos de cambios de conducta adecuados para reducir el riesgo de contraer VIH tienen la posibilidad de introducir elementos de sospecha en una relación. Se ha aduciado, por ejemplo, que pedirle a una pareja sexual que use un preservativo está en contradicción directa con los papeles genéricos que existen en la cultura de la droga inyectable callejera. Más concretamente, que una mujer le pida a su hombre que use un preservativo no sólo compromete el papel prescripto que debe cumplir en la relación sino que también sugiere que cree que su pareja está contaminada en algún sentido. Lo contrario también podría ocurrir cuando un drogadicto hombre que se inyecta empieza a usar preservativos con su pareja. Claramente, hay una asimetría sustancial de poder y riesgo en las relaciones sexuales entre drogadictos hombres y mujeres que no se inyectan drogas.

La existencia de galerías de inyectarsse en el paisaje urbano junto con el consumo de drogas y el comportamiento sexual de los drogadictos que se inyectan plantean un dilema. Si bien casi todos, si no virtualmente todos, los drogadictos que se inyectan son conscientes del SIDA y del riesgo de infección a raíz de compartir agujas y tener relaciones sexuales sin protección, en muchos casos los mensajes de prevención no se atienden o no se escuchan.

 

 

 

 


 

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