FAMILIA
Los dilemas de la droga, el sexo
y el HIV
James A. Inciardi
Además de su significación
propia, los consumidores que se inyectan drogas también representan
un grupo primordialmente de riesgo por transmitir la inyecciónn de
HIV a los heterosexuales que no se inyectan y por introducir en los casos
perinatales. Como se indicó anteriormente en este capüitulo,
las relaciones sexuales con un drogadicto que se inyecta dan cuenta de más
de la mitad de todos los casos de SIDA a través de contacto heterosexual
en Estados Unidos. Y de igual forma, bastante más de la mitad de
todos los casos de SIDA pediátrico tienen alguna relación
con el consumo de drogas en inyección: madres con riesgo de infección
de HIV a través del consumo de drogas por inyección y relaciones
sexuales con un drogadicto que se inyecta. Más aún, hay estimaciones
de que entre un 23 y un 60 por ciento de los compañeros sexuales
de los drogadictos que se inyecta, según la localidad, han contraído
el virus HIV. La trasmitación se produce principalmente de hombre
a mujer y la mayoría de los infectados son mujeres que no se inyectan.
Muchos de los temas que rodean a la expansión de la infección
de HIV entre las parejas sexuales se arraigan en los temas subculturales
de la confianza, dado que la vida de la mayoría de los drogadictos
que se inyectan está marcada por la inseguridad, la aprensión,
las relaciones frágiles y una mínima relación familiar.
En consecuencia, los tipos de cambios de conducta adecuados para reducir
el riesgo de contraer VIH tienen la posibilidad de introducir elementos
de sospecha en una relación. Se ha aduciado, por ejemplo, que pedirle
a una pareja sexual que use un preservativo está en contradicción
directa con los papeles genéricos que existen en la cultura de la
droga inyectable callejera. Más concretamente, que una mujer le pida
a su hombre que use un preservativo no sólo compromete el papel prescripto
que debe cumplir en la relación sino que también sugiere que
cree que su pareja está contaminada en algún sentido. Lo contrario
también podría ocurrir cuando un drogadicto hombre que se
inyecta empieza a usar preservativos con su pareja. Claramente, hay una
asimetría sustancial de poder y riesgo en las relaciones sexuales
entre drogadictos hombres y mujeres que no se inyectan drogas.
La existencia de galerías de inyectarsse en el paisaje urbano
junto con el consumo de drogas y el comportamiento sexual de los drogadictos
que se inyectan plantean un dilema. Si bien casi todos, si no virtualmente
todos, los drogadictos que se inyectan son conscientes del SIDA y del riesgo
de infección a raíz de compartir agujas y tener relaciones
sexuales sin protección, en muchos casos los mensajes de prevención
no se atienden o no se escuchan.
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