Martes 24 de nov. de 1998

 








 

 


MENSAJE
"No es el primer desacierto"

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

Levantó la pistola, cerró un ojo y apuntó. Pensó que no podría fallar. Y Nancy Haynes, de 42 años de edad, apretó el gatillo. La bala, pensó ella, traspasaría el corazón de su infiel marido, Robert Haynes, de 55 años, y terminaría el dolor que él le estaba causando. Pero ya fueran los nervios, o la emoción del momento, o esa fatalidad insensible que no discrimina, la bala, en lugar de dar en el corazón del marido, dio en la cabeza de su hijita Robin.

Casi paralizada, con el brazo caído y sostenido todavía el arma, se escuchó en el suspiro de la mujer: "No es el primer desacierto de mi vida".

Era una familia rica que vivía en un barrio elegante. Pero a pesar de su dinero, sus logros intelectuales y su posición social, no llevaban una vida feliz. Nancy había usado drogas desde sus días de colegio. El esposo vivía con el vaso de licor al alcance de la mano. Las discusiones y reyertas eran continuas. El odio había desplazado al amor. De ahí el incidente que terminó en la muerte de la hijita Robin.

La declaración de la mujer: "No es el primer desacierto de mi vida", revela toda una serie de desaciertos. Uno era la vida de libertinaje que desde sus días de universidad Nancy se había permitido. Otro era el uso de drogas que también la tenía aprisionada.

También estaba el desacierto de la inmoralidad sexual y el matrimonio forzado. Y todo esto era el resultado de haber echado por la borda lo más importante de la vida: el temor de Dios. Tenía razón la mujer. La muerte de su hijita no fue su primera desacierto. Fue el último en una larga serie de serios errores que estropearon su vida y terminaron destruyendo su hogar.

No obstante -y es triste tener que reconocerlo-, estos desaciertos los cometen infinidad de personas. Y triste también es el hecho de que los seres humanos no queremos reconocer que los desatinos de la vida vienen porque hemos abandonado todo temor de Dios. Cuando no tenemos temor de Dios, cuando no respetamos sus leyes morales, cuando no se lo tenemos en cuenta en los asuntos de nuestra vida, los fracasos y los desaciertos tienen que seguir como consecuencia ineludible.

¿Por qué no regresamos a Dios? Abramos los ojos y aprendamos de nuestros fracasos. Cuando no tenemos a Dios, toda la vida es un gran desacierto. En cambio, cuando El es nuestro Señor, la vida es toda una gran victoria.

 

 

 

 

 

CULTURA
Otorgan Premio Amistad a Barry McCaffrey y Arturo McGowen

 

 

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