Son ráfagas de luz que sorprenden al alma y permiten ver la realidad de manera nueva. Son momentos cumbres que te trasladan a un reino de lucidez iluminada, donde todo se ve como cuando un relámpago cruza el cielo, descubriendo detalles con mucha claridad, volviendo después a ese claro oscuro que domina la vida ordinaria.
El que para nosotros era un enemigo insoportable, que hacía revolvemos las entrañas de cólera e indignación, es visto por ese fogonazo luminoso como un pobre hombre que inspira compasión por sus traumas y como un ser frustrado al que no hay que poner atención a sus expresiones dañinas. Gracias a esas experiencias espirituales uno puede ver en los que hacen el mal, gente enferma, necesitada de Dios, y que desahogan de mala manera su corazón confundido y aturdido. Esto da pie para perdonar setenta veces siete y no cometer locuras de venganza que nos hunden ante Dios.
La iluminación provocada por el Espíritu Santo nos hace ver que hay otro mundo o realidad superior a la que vivimos, y que de hecho envuelve la realidad y está por debajo y encima de todo, lo fundamenta todo y está en todo. Es la dimensión de lo divino, de lo siempre trascendente y nuevo, alegre, esperanzador, invencible, absoluto y plenamente misericordioso. De hecho Dios es Luz y fuente de la vida y cada vez que nos ilumina subimos un peldaño hacia lo eternamente perfecto. San Pablo tuvo una experiencia divina que le cambió la vida camino a Damasco. Se encontró con una luz que lo cegó temporalmente y escuchó una voz que le anunció que Jesús estaba en la gente que él perseguía. Lo entendió todo en un momento. Lógicamente fue madurando esa primera experiencia radical de lo divino con otros muchos momentos luminosos que le permitieron conocer a Cristo con los ojos de la fe y vivir y morir por �l. Ahora bien, al relatar esta situación espiritual, no podemos olvidar que se da dentro de la vida de lo cotidiano, con todas las dificultades y problemas propios de una existencia humana. Lo bueno es que estas vivencias te ayudan a vivir de una manera más plena aún en medio de tribulaciones espirituales.
Es una constante en los santos el tener encuentros luminosos con el Señor que les hacen ver los misterios de una manera profunda y actuar de una manera nueva. Ese puede ser el caso suyo, porque es eí mismo Espíritu Santo el que actúa y puede hacer de usted un santo. No tenga miedo, ni rechace esas maravillosas oportunidades que Dios nos da, porque con �l somos invencibles.