Sean tristes o alegres, no hay fiestas como las Navidades. Si estás lejos de donde te criaste, sería bueno que regresaras aunque sea para pasar la Nochebuena. Si lo haces, procura visitar con algo en tus manos para que puedas compartir por un momentito con aquellos que estimas y conoces de siempre, sobre todo los que disfrutaron contigo el cariño de tus padres y de las señoras venerables de tu pueblo.
El trágico diluvio hemisférico no apagará en ningún momento el peligro de la pólvora de las bombitas, así que tu espíritu de ayuda está doblemente invitado al cuidado de cada niño. Por la magia de la fecha, observarás sin remordimientos que en casa de algunos cenarán con lechón, tamales y pavo; mientras que en otras si acaso chicharrón, arroz con guandú y saril.
Es importante que no te embriagues, a menos de que sea con el embrujo que provoca la luna y con el humo de las quemas de la hierba cortada de los patios (siempre queman la hojarasca que barren antes de que oscurezca).
El cielo este año estará relumbrante en la noche del 24, y quizás los luceros y las estrellas no se taparán con las nubes del tiempo lluvioso, que según la" gata" del tiempo persistirá. No te trasnoches, porque el espectáculo del 25 será maravilloso y deberás acudir vestido con propiedad como un hombre decente. Antes de que los gallos anuncien el crepúsculo, llegarán a tus oídos el ulular de los pitos y las sirenas de los carritos.
En tu paseo observarás cauto a muchos niños vestidos con ropas bonitas y con los mejores juguetes. Otros pelaítos correrán detrás de una pelota vieja, con sus barrigas descubiertas por lo rasgado de sus ropitas. Pero el momento será glorioso, no se detendrá por nada aquella magia que cumple 2010 años, ni por lluvia ni porque se desborde el Canal ni aunque se salgan los ríos ni quebradas de madre. El aroma del regocijo navideño perdurará por días y no lo olvidarás por meses, quizás cuando te toque regresar nuevamente buscando las huellas de tus pasos en cualquiera de las dos Navidades de tu pueblo.