En Panamá somos muy dados a criticarlo todo. Desde el presidente para abajo, todo el mundo está haciendo su trabajo mal, y somos unos expertos en detallarle a los demás cuáles son sus errores y fracasos.
Y cuando hacemos nuestras observaciones, por lo general vienen en un tono bastante despectivo.
Después que han sucedido las trastadas, todo el mundo es un experto. Sabemos qué era lo que teníamos que hacer para que las cosas hubiesen salido bien.
Perfecto, pero ahora preguntamos: �por qué no lo dijimos antes?
Si realmente somos tan conocedores en todos los temas, ya sea deportes, administración gubernamental, administración de empresas, educación de los hijos, etc., entonces, �por qué no sacamos nuestras críticas y aportes en el momento oportuno? �No nos hubiésemos evitado el tropiezo?
Es como cuando la selección nacional de fútbol pierde un partido. Luego del resultado, somos más expertos que el propio técnico que está con los jugadores. Pero ninguna de nuestras observaciones estratégicas salen antes o durante el partido, sino cuando ya está perdido.
Ninguna crítica constructiva sirve si no viene incluida con una recomendación sincera y oportuna. Sin embargo, por alguna morbosa razón, muchos panameños preferimos hacer leña del árbol caído, antes que dar nuestro granito de arena para prevenir su caída. Parece que lo hiciéramos por deporte.
Tirar plomo por tirar plomo sólo empeora las cosas. De hecho, nadie es receptivo a las críticas cuando sólo se limitan a apuntarnos con el dedo y decirnos que no servimos para nada.
Se trata de críticas que hacemos a veces en el calor del momento, cuando estamos frustrados por los resultados. Hay que tener la cabeza fría, y saber reconocer y dar a conocer las señales de un fracaso antes de que este ocurre.
