Hagamos memoria, y remontémonos a los tiempos en que estábamos en la escuela. Recapitulemos sobre qué fue lo que aprendimos estando en primaria, secundaria y la universidad.
Y también pensemos qué tan avanzados estaríamos si en vez de haber puesto atención al profesor y de haber estudiado a conciencia, nos la pasamos copiándonos, haciendo baterías y conspirando para robarnos los exámenes.
Tal parece que para algunos jóvenes en nuestro país, la copia es la única opción para avanzar en un curso. Hacen esfuerzos extraordinarios para ponerse de acuerdo con otros copiones, ubicarse en una silla estratégicamente ubicada en el salón de clases para estar lejos de la vista del profesor, y esconder baterías de todos tamaños en zonas insospechadas.
Con la tecnología actual, cualquier celular o reproductor de mp3 se vuelve una base de datos de baterías. Y los copiones son expertos en conocerse hasta la última herramienta del aparato que les pueda ser útil para hacer trampas en los exámenes.
En los casos más extremos, usan sus influencias o tratan de crearlas para robar, con días de anticipación, los textos de los exámenes que les serán presentados.
Cuando uno ve todo esto, se pregunta: �qué tal si en vez de invertir todo este tiempo y esfuerzo mental en buscar la trampa, le dedicaran el mismo empeño a sentarse a estudiar como debe hacerse?
Probablemente, serían personas con un nivel mayor de cultura general y valores éticos.
La copia es una solución momentánea, pero crea un vacío de conocimiento en nuestras vidas que se prolonga durante años.
�Le gustaría a usted que su hijo se acostumbre a avanzar en la vida con trampas?