Ahora que los partidos políticos en pugna por ganar las elecciones del 3 de mayo de 2009 se han quitado los guantes (si es que alguna vez los tuvieron puestos), queda en evidencia que las llamadas campañas negativas y sucias, que en años anteriores se limitaban a la difusión de rumores anónimos, ahora se han convertido en lo medular de la publicidad televisiva, radial e impresa.
La campaña electoral lleva ya más de un año corriendo a toda máquina. Los próximos cuatro meses antes del 3 de mayo son la recta final, y todo señala que las descalificaciones e insultos estarán "a otro nivel".
Es una verdadera lástima que para que un candidato presidencial hable sobre sus verdaderas propuestas y las compare con las de sus rivales en un tono positivo y edificante, haya prácticamente que arrastrarlos a debates televisivos con tiempos de respuesta restringidos por los límites de horario y de publicidad.
Los epítetos y los términos peyorativos han ido demasiado lejos. Pero ojo, que la aplicación abierta y desenfrenada de la campaña sucia puede resultar un arma de doble filo contra la propia campaña que los saca a la luz.
Los expertos y asesores en campañas saben que el uso de información negativa contra una figura debe ser cuidadosamente dosificado, ya que en exceso lo que puede resultar es que eleven aun más la popularidad del objetivo de sus críticas.
El asunto es que el pueblo panameño ha dejado de ver con ingenuidad y credulidad la propaganda política. La audiencia televisiva, radial y los lectores de periódicos saben leer entre líneas, identificar a quienes están detrás de las campañas sucias, y distinguir la información veraz del veneno mediático.