Muchos piensan que mentir no tiene nada de malo. Si salí� mal en un examen y le digo a papá que todo va bien es una mentira. Lo mismo es si le comunico a mi esposa que me quedé tarde en la oficina cuando la realidad era que me fui con otra chica.
No hay ni diferencias ni escalas de mentiras. Todas son pecados.
La primera mentira registrada en la biblia la dijo la serpiente en el Jardí�n del Edén: "No morirán", le aseguró a Eva, "coman de la fruta prohibida y serán como Dios". Todos conocemos la consecuencia de esta mentira. El pecado entró al mundo. Desde entonces, en la biblia y en la historia, las mentiras han causado conflictos, arruinados vidas y causado la muerte.
Sin embargo, no es necesario mirar más allá de nuestras propias vidas. Ocasionalmente se usan las llamadas "mentiritas blancas" para evitar situaciones embarazosas o el tener que hablar con personas que no deseamos. Estas "mentirillas" no deben calificarse de inocentes. Si acudimos a misa o a los cultos para acercarnos a Dios y nos comportamos de manera deshonesta durante la semana, la escritura nos exhorta a controlar nuestras lenguas. La mentira es pecado y es detestable a Dios.
El apóstol Santiago escribió mucho sobre el control de la lengua (Santiago 3: 1-12), señalando que la lengua puede contaminar a toda la persona. Nuestro Señor Jesucristo dio Su vida en la cruz por todos los pecados, incluyendo la mentira. En �l tenemos perdón y restauración. �Cuan bellos ante Dios son los labios que confiesan sus pecados y al regocijarse en el perdón de Dios usan sus lenguas para Su gloria!
Su usted está acostumbrado a mentirle a su padre, esposo, hermano, primo, compañero de trabajo, jefe, vecino, policí�a, maestra o quien quiera que sea, no crea que está haciendo bien. No señor, usted está pecando y por consiguiente debe mejorar su vida pidiendo perdón.