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El carnaval es uno

Julio César Caicedo Mendieta | Colaborador

Uno lleva consigo la plata, la fiesta y el relajo. Cuántas personas no se autonombran como dioses Momos para sus familiares y amistades y sin necesidad de enfundarse un disfraz para demostrarlo, se proyectan con su propia careta de alegría y desprendimiento bonachón.

Antes cuando existía la comparsa de los "huevos largos "( hasta 1970), los carnavales capitalinos eran una verdadera delicia, las comparsas participaban y las calles se veían abarrotadas por turbas de todos los estratos, que sin objeción alguna la conformaban gente sana en el mismo plan de gozar, reír, burlarse, bailar, brindar trago y aceptar otros. Resumiendo, la cosa era joder sin rumbo buscando rescoldos de salsa, matando el tiempo para arriba y para abajo.

Desafortunadamente cada año, las personas se quedan menos en la capital. Y la culpa de los repetidos fracasos se da por la contratación de orquestas extranjeras, onerosas y cansonas y a desfiles de carrozas huérfanas de espectacularidad sin coreografías ni muestras de habilidad alguna. La poca gracia para organizar un carnaval que valga la pena y que atraiga a la gente está obligando a nacionales y extranjeros a invadir el interior de la república en donde se realizan espectaculares jolgorios, muchas veces sin partidas gubernamentales.

Nadie sabe, como no, les ha sonado la flauta a los que "trabajan" en el despacho que organiza el relajo, y traer por ejemplo a 21 reinas de América a una ciudad tan cosmopolita como Panamá. La gente votaría por ellas mediante llamadas al mejor estilo de Walter Market. Claro, �que sería un éxito! todos brindarían por la rumba que llevase la belleza de su respectivo país arriba de una carroza, eso sí con toda la seguridad del mundo.

Pero hoy en día, con solo pensar que un pelao de mierda, de esos que consienten las autoridades panameñas, me vaya a dar un tiro, tratando de matar a otro "culicagao", unido a él por viejas rencillas, mejor no salgo y me invento mi propio carnaval.



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