Sábado 6 de febrero de 1999

 








 

 


MENSAJE
"Que no sean amargas"

Hermano Pablo,
Costa Mesa, California

"Culpable" declaró el vocero del jurado. "Culpable" asentó el juez en su libreta. "Culpable" registraron inmediatamente los reporteros. "Culpable" musitó con desmayo la madre del sentenciado.

El acusado James Edward Smith, de Houston Texas, reconoció su culpa y dijo: "No apelaré la sentencia". Estaba condenado a muerte. Al salir de la sala del jurado le dijo a su madre: "Debo pagar mi delito. No llores mamá. No dejes que las últimas palabras que te dirija sean amargas".

Este hombre había matado a otro para robarle su dinero y ese asesinato era el crimen por el cual había sido sentenciado a muerte. La antigua sentencia bíblica dice: "Si alguien derrama la sangre de un ser humano otro ser humano derramará la suya" (Génesis 9:6). Y los códigos de casi todos los pueblos del mundo aplican, algunos aún sin conocer su fuente, esta sentencia bíblica.

En la cárcel y mientras esperaba el cúmplase de la sentencia, James Edward Smith reconoció su delito. Examinó profundamente su conciencia y en una profunda experiencia muy personal se reconcilió con Dios. Cuando le dijo a su madre: "No permitas que mis últimas palabras sean amargas", estaba expresando el más profundo sentimiento de su corazón. Ya no quería usar más el lenguaje de ira de blasfemia, de deshonra. Quería morir con una oración en los labios.

La experiencia lo ha comprobado ya hasta el cansancio, que sólo mediante un profundo y sincero arrepentimiento puede un criminal hallar reconciliación. Por cierto, la paz que trae la reconciliación con Dios continúa aún hasta el día en que lo llevan a la silla eléctrica o a la cámara de gases, o de alguna otra manera lo ejecutan. Sólo Cristo puede dar verdadera y genuina paz al que tiene enormes deudas que saldar con la sociedad y con Dios.

Para hallar esa reconciliación y esa paz no es necesario llegar al punto dramático y crítico de afrontar una sentencia de muerte. Ahora mismo, cuando estamos rodeados de tranquilidad y nada nos perturba, podemos dar ese inmenso paso moral y hallar la vida que supera a toda vida: la vida eterna. En este mismo momento, mediante la decisión de arrepentirnos y creer, podemos hallar perfecta paz. Dios desea darnos esa paz.

 

 

 

 

CULTURA
Televisión chilena transmitirá teleserie que molestó a iglesia mexicana

 

PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.