En este mundo repleto de tantas desigualdades y de gente indolente, las personas con discapacidad buscan su espacio dentro de una sociedad que en muchos casos es incluyente y en otros, que son los menos, es excluyente, aferrada a un egoísmo extremo y peligroso.
Los jóvenes discapacitados casi siempre dependen de los adultos, que bien pueden ser sus padres. Algunos de ellos no pueden hacer nada sin la ayuda de sus padres. Hay que tener mucha tolerancia con ellos, consideración y resistencia. Y siempre esperar que la gente del alrededor urbano sea consciente de esta realidad.
Pero no todas las veces esto ocurre así. Todavía en nuestra sociedad existe gente con escasa mentalidad de solidaridad humana, que se halan de los cabellos y se amparan en posiciones elevadas dentro de órganos del Estado que están para defender a los jóvenes, adultos y niños que sufren algún tipo de discapacidad.
En algunas comunidades donde viven familias con este tipo de situaciones, es doloroso ver como personas -al referirse a las personas con discapacidad- lo dicen de manera despectiva: "los enfermos o ese enfermo".
Muchas de estas personas que atacan a los discapacitados y a sus familiares, no salen de la Iglesia y rezan rosarios todos los días. La verdad es que no sabemos con qué Dios están.
Por otro lado, algunos lanzan estos epítetos por desconocimiento, pero otros porque no tienen ni una raya de sensibilidad social, de solidaridad humana. Se ponen ropa nueva sin bañarse el cuerpo y el alma.
En este Gobierno se han hecho grandes avances por la gente con discapacidad, pero todavía falta mucho más. Falta una entidad que junto a SENADIS defienda y proteja contra los desalmados a la gente con discapacidad.
Cuando en nuestro país los indolentes y la gente sin una chispa de consideración miren hacia su alrededor y a sus semejantes con mejores sentimientos, entonces serán mejores panameños, y de no ser así, serán ellos los repudiados y rechazados cuando una sociedad seria y responsable despierte y vea que todos somos iguales ante los ojos de Dios. Y que los discapacitados merecen más consideración en todas partes, no solamente en los estacionamientos, porque no todos tienen automóvil.
Por eso decimos que para ser buen panameño o buen ciudadano se requieren muchas virtudes y muchos deseos de hacer algo bueno para nuestros semejantes, ya sean personas con discapacidad o normales, física y mentalmente. Los que no lo hacen, que son la minoría, el tiempo se encargará de ponerlos en su justa dimensión.
