EDITORIAL
Arrancó el Carnaval del Milenio
Hoy, sábado, se inicia
formalmente el Carnaval del Milenio, llenando de expectativas a los paisanos
que confían en disfrutar del jolgorio con despreocupación,
y con olvido de las cotidianas preocupaciones, reviviendo así estadios
de lejana historia cuando los sometidos en esclavitud y servidumbre pudieron
en las cuatro jornadas carnestolendas manifestar sus contenciones, expresando
aspiraciones con remedo de personeros de cumbre; construyendo el espejismo
de estadio libre que envuelve el origen de la pagana celebración.
En Panamá, en los inicios republicanos, y hasta adelantada la
mitad de la centuria, los carnavales fueron celebraciones de orgullo, de
prez; sus escalonamientos dividían cada jornada endosándola
en definidos quehaceres, ya fuera de comparsas, de polleras, de disfraces,
y en cada una de ellas, los carros alegóricos, de belleza y destreza
artística, con los que se promocionaron aspectos sensitivos de la
nacionalidad, de la amistad con los países vecinos, y hasta con los
"zoneítas" de acentos norteños quienes desfilaron
por nuestras calles enarbolando la bandera de las barras y las estrellas.
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, el Carnaval de La Victoria fue
de derroche y boato inolvidable en las calles, mientras sendas figuras de
los Cuatro Grandes del triunfo, Roosevelt, Stalin, Churchill y Chang Kai
Shek, flanquearon las esquinas de la Plaza del Polvorín "5 de
Mayo".
Ahora, un deterioro profundo acomete las celebraciones carnestolendas,
y de aquellos estadios de esplendor solamente se tiene recuerdos y referencias
de ancianos; hoy la fiesta se circunscribe al caminar arbitrario, sin propósito
por las calles del desfile, participando en "culecos" o mojaderas,
que sustituyen el perfume fino, la atención cortés de antaño,
y derivar a un espectáculo de desorbitadas expresiones carnales,
donde el gesto grosero, la contorsión sugerente, el estribillo de
doble sentido, mueve caderas y bustos, en invitación insensata al
connubio parenteral.
De igual manera, el desaforado manejo carretero lleva a los festejantes
a las lejanías interioranas donde la insuficiencia de instalaciones
y estructuras turísticas, se traduce en un martirologio de visitantes,
mientras aquellas poblaciones soportan desplantes, abusos, intolerables
comportamientos que dejan desechos, residuos, excrementos y orines, en predios,
patios y jardines locales, cuyo saneamiento reclama recursos y esfuerzos
de la población.
Ojalá las imágenes despreciables, ofensivas, que recogieron
los camarógrafos de televisión en Las Tablas el pasado año,
no se repitan; asimismo, esperamos que los nuevos controles de tránsito
eviten las muertes violentas del manejo irresponsable y, por, último,
que los imprevisores, despilfarradores de sus limitados ingresos, reflexionen
sobre la intrascendencia de la vanidad de las paganas celebraciones de carnaval.
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AYER GRAFICO |
La orquesta Universal de Mojica barrió con las extranjeras en el
carnaval de 1966 |
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