No le dio tiempo para correr ni menos para esconderse. Aparentemente estaba acorralado.
Incontrolables gotas frías le recorrían el rostro. Tenía temor de que en ese instante, aquel sujeto acabara con sus días de vida.
Todo transcurrió en segundos. En su mente se acumularon los consejos de su madre, quien repetidas veces le recomendaba que no se metiera en problemas.
Pero era tarde. Ahora nadie lo podría salvar. Aquel menor de 16 años tenía a su enemigo frente a frente.
El agresor aparentemente había dejado la conciencia en la casa. Estuvo a punto de matarlo, pero prefirió verlo sufrir. Tal vez otro día lo volvería a enfrentar, pero esa vez sería definitivamente.
Un tiro en el muslo derecho del menor fue la advertencia. El victimario salió huyendo. Eran las 8: 40 de la noche del martes, en Juan Díaz.