El Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos y Panamá debe ser firmado a más tardar en 90 días. El viernes -un día antes que venciera el plazo para poder acogerse a la llamada "vía rápida- el presidente George W. Bush, notificó al Congreso de su intención de suscribir el TLC.
La bola ahora está en el campo del Congreso estadounidense controlado por la oposición Demócrata, para su ratificación. El problema es que éstos reclaman que en los acuerdos se incorporen las cinco normativas de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) contra el trabajo infantil, el trabajo esclavo y la discriminación, así como protecciones al derecho de asociación y de formar un sindicato.
En la práctica, el 95% de los productos panameños exportados a Estados Unidos no pagan aranceles de introducción, gracias a varios programas preferenciales. La ventaja es que el TLC convierte en permanentes esos beneficios. Además, los ingenios panameños podría exportar libre de impuestos casi toda su producción de azúcar a Estados Unidos.
En el otro campo, más del 88% de las exportaciones estadounidenses quedarían libres de impuestos y los aranceles restantes se eliminarían en el curso de 10 años. Para los norteamericanos, la participación de sus empresas en el proyecto de ampliación del Canal, parece ser su principal interés.
En 2005, las exportaciones estadounidenses a Panamá fueron de $2.200 millones y las panameñas al mercado norteamericano alcanzaron la cifra de $300 millones. Las inversiones de Estados Unidos en la nación istmeña superan los $5, 200 millones.
Ojalá se superen los escollos en el Congreso y para fines de junio se firme el TLC con Estados Unidos.