MENSAJE
No numeros, sino palabras
- Hermano Pablo
Un rabino hizo, allá
por la década de los años cincuenta, lo que él creyó
ser el descubrimiento del siglo. Encontró en el Torah, los primeros
cinco libros del Antiguo Testamento, palabras y nombres como insulina, holocausto,
Hitler y Eichmann.
Ésto despertó su apetito intelectual, así que haciendo
estudios matemáticos en el Torah y cambiando por números las
letras de los nombres de los rabinos que encontró, creyó hallar
la forma de conocer el futuro. Estaba convencido de que había descubierto
la clave de la vida. Este era el rabí Chaim Wismandel, de Jesuralén.
Sin embargo, algunos eruditos matemáticos de Europa le dijeron
que haciendo combinaciones de números y letras era posible hallar
cualquier cosa y llegar a cualquier conclusión. Esa no era una base
fidedigna para hacer predicciones.
No hay duda de que una de las obsesiones de la mente humana es conocer
el futuro y pronosticarlo. La historia está plagada de casos semejantes.
Ya Pitágoras y los pitagóricos, siglos antes de Cristo, afirmaban
que por medio de los números era posible conocer el futuro de la
humanidad.
Leonardo Da Vinci, el genio del Renacimiento, sostenía que &laqno;las
matemáticas son el alfabeto con que Dios ha escrito el universo».
Es cierto que las leyes del Creador son matemáticamente perfectas,
pero de ahí a predecir el futuro haciendo intercambios y combinaciones
de letras y números, hay un mundo de diferencia.
La mente humana no está capacitada para conocer el futuro, aunque
eche mano de cuanto recurso, subterfugio, cábala o combinación
de números y letras se le ocurra. Ni la cartomancia, ni la quiromancia,
ni la astrología ni cuantas otros recursos ha inventado el hombre
pueden descubrir lo que pasará el día de mañana. El
futuro sólo Dios lo conoce, y Él sólo se lo revela
a quien quiere.
Aparte de eso, no es necesario que nosotros conozcamos el futuro. Cuando
una persona está totalmente entregada a la voluntad de Dios, hay
una seguridad absoluta de que nuestra vida está protegida en sus
manos benditas, y que sus manos son fieles guardadoras de todas nuestras
sanas empresas.
Hagamos de Cristo el Salvador y Maestro de nuestra vida. La paz que Él
nos da sobrepasa toda inquietud y zozobra. Los que estamos obsesionados
por conocer lo que nos traerá el mañana seguramente no hemos
entrado todavía en una relación con el divino Salvador. En
cambio, los que le hemos entregado nuestra vida a Cristo, y a diario obedecemos
su divina Palabra, descansamos en la fe de que tenemos asegurada toda nuestra
vida, incluso nuestro futuro. En esa seguridad absoluta podemos descansar
todos.
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