Jueves 8 de abril de 1999

 








 

 


MENSAJE
No numeros, sino palabras

Hermano Pablo

Un rabino hizo, allá por la década de los años cincuenta, lo que él creyó ser el descubrimiento del siglo. Encontró en el Torah, los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, palabras y nombres como insulina, holocausto, Hitler y Eichmann.

Ésto despertó su apetito intelectual, así que haciendo estudios matemáticos en el Torah y cambiando por números las letras de los nombres de los rabinos que encontró, creyó hallar la forma de conocer el futuro. Estaba convencido de que había descubierto la clave de la vida. Este era el rabí Chaim Wismandel, de Jesuralén.

Sin embargo, algunos eruditos matemáticos de Europa le dijeron que haciendo combinaciones de números y letras era posible hallar cualquier cosa y llegar a cualquier conclusión. Esa no era una base fidedigna para hacer predicciones.

No hay duda de que una de las obsesiones de la mente humana es conocer el futuro y pronosticarlo. La historia está plagada de casos semejantes. Ya Pitágoras y los pitagóricos, siglos antes de Cristo, afirmaban que por medio de los números era posible conocer el futuro de la humanidad.

Leonardo Da Vinci, el genio del Renacimiento, sostenía que &laqno;las matemáticas son el alfabeto con que Dios ha escrito el universo». Es cierto que las leyes del Creador son matemáticamente perfectas, pero de ahí a predecir el futuro haciendo intercambios y combinaciones de letras y números, hay un mundo de diferencia.

La mente humana no está capacitada para conocer el futuro, aunque eche mano de cuanto recurso, subterfugio, cábala o combinación de números y letras se le ocurra. Ni la cartomancia, ni la quiromancia, ni la astrología ni cuantas otros recursos ha inventado el hombre pueden descubrir lo que pasará el día de mañana. El futuro sólo Dios lo conoce, y Él sólo se lo revela a quien quiere.

Aparte de eso, no es necesario que nosotros conozcamos el futuro. Cuando una persona está totalmente entregada a la voluntad de Dios, hay una seguridad absoluta de que nuestra vida está protegida en sus manos benditas, y que sus manos son fieles guardadoras de todas nuestras sanas empresas.

Hagamos de Cristo el Salvador y Maestro de nuestra vida. La paz que Él nos da sobrepasa toda inquietud y zozobra. Los que estamos obsesionados por conocer lo que nos traerá el mañana seguramente no hemos entrado todavía en una relación con el divino Salvador. En cambio, los que le hemos entregado nuestra vida a Cristo, y a diario obedecemos su divina Palabra, descansamos en la fe de que tenemos asegurada toda nuestra vida, incluso nuestro futuro. En esa seguridad absoluta podemos descansar todos.

 

 

 

 

CULTURA
Homenaje a Guayasamín en Lima

 

PRIMERA PLANA | PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.