REFLECTOR
La grua

Aida, una morenona alta, con un cuerpo rellenito, y unos puños muy fuertes, se paseaba por todo el centro rastreando a su marido, con los ojos más grandes que lo acostumbrado. Buscaba desesperadamente a Pedro.

Hacía varios años que la guial sabía que su marido le estaba poniendo los cuernos, pero no le importaba tanto, ya que siempre tenía lo suyo al día, tanto en dinero como en carne, hasta que poco a poco el amor se fue acabando y Pedro ya no llevaba todo para la casa, sino que tenía que compartir.

La Aida lo tenía fichado y sentenciado, le había dicho que cuando viera a esa mujer le daría una tunda, de esas que ella sabe dar y, claro, con los años la rabia y los celos aumentaban, así que la man le había dicho a todas sus amigas que cuando vieran a su hombre con otra mujer se lo dijeran inmediatamente.

¡Ay papá!, lo que no sabía Pedro era que una de las vecinas lo había visto con Marta, su segundo frente, muy agarradito de la mano y comprando de todo para el hogar en cuanto almacén se le presentara. Lo que pasó fue que Juana, la vecina más bochinchosa de la cuadra, lo pilló in fraganti.

Juana ni siquiera pudo llegar a su casa cuando desesperada fue en busca de un teléfono y le contó todo a Aida. La guial nada más se tocaba los puños y se rascaba la cabeza, esta vez sí se las pagaría, por andar de quita maridos.

Y el ansiado encuentro llegó. Dando la vuelta en una esquina se encontraron de frente los tres y, qué creen, así mismo fue el trompón que le mandó a Marta, la agarró en el piso a patadas y cuando Pedro se quiso meter, le mandó su tate quieto. ¡Que va papá!, la Marta enfurecida sacó fuerzas quién sabe de dónde porque es tremendo palitroque, y se levantó del piso, agarró a puños a su adversaria y le hizo conocer su furia.

Como era un domingo, la gente se fue acercando y le hicieron una rueda. Claro, cada uno tenía su pupila, las mujeres casadas apoyaban a Aida y las otras a Marta.

Bueno, la cosa fue que entre puños y patadas, las chicas se fueron empelotando, y quedaron en los trajes de Eva y qué creen, habían menores viendo el encuentro, claro, ya la gente estaba disfrutando mucho más el encuentro, las mujeres se estaban dando del bueno, mejor que en las luchas libres que presentan en la televisión.

El asunto fue que por fin Pedro las separó y qué creen, el man se fue con su fideito, le dijo a Aida que jamás le perdonaría semejante exabrupto, y que después pasaría por la casa para buscar sus pertenencias, llevándose a Marta en el auto.

¡Ay papá!, la pobre de Aida agarró un taxi y se fue a su casa y efectivamente, rasgó cada una de las camisas y de los pantalones de su hombre y los tiró a la calle, ese era el último día que aguantaría los desaires de un hombre limpio y descarado.

 

 

 

 

 


 

Hacía varios años que la guial sabía que su marido le estaba poniendo los cuernos, pero no le importaba tanto, ya que siempre tenía lo suyo al día, tanto en dinero como en carne, hasta que poco a poco el amor se fue acabando y Pedro ya no llevaba todo para la casa, sino que tenía que compartir.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PRIMERA PLANA | PORTADA | NACIONALES | OPINION | PROVINCIAS | DEPORTES | LATINOAMERICA | COMUNIDAD | REPORTAJES | VARIEDADES | CRONICA ROJA | EDICIONES ANTERIORES


   Copyright 1995-1999, Derechos Reservados EPASA, Editora Panamá América, S.A.