MENSAJE
La sabiduría del viejo chino
- Hermano Pablo,
- Costa Mesa, California
Había una vez un campesino
chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo.
Un día el hijo le dijo :
-¡Padre, qué desgracia ! Se nos ha ido el caballo.
-¿Por qué le llamas desgracia ? -respondió el padre-.
Veremos lo que trae el tiempo.
A los pocos días el caballo regresó, acompañado
de otro caballo.
-¡Padre, qué suerte ! -exclamó esta vez el muchacho-.
Nuestro caballo ha traído otro caballo.
-¿Por qué le llamas suerte ? -repuso el padre-. Veamos
qué nos trae el tiempo.
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo
nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, se encabritó y lo
arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
-¡Padre, qué desgracia ! -exclamó ahora el muchacho-.
¡Me he quebrado la pierna !.
-Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
-¿Por qué le llamas desgracia ? Veamos lo que trae el tiempo!
El muchacho no se convencía de la filosofía del padre,
sino que gimoteaba en su cama. Pocos días después pasaron
por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárseles
a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con
su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo. El joven comprendió
entonces que nunca hay que dar ni la desgracia ni la fortuna como absolutas,
sino que siempre hay que darle tiempo al tiempo, para ver si algo es malo
o bueno.
La moraleja de esta antigua conseja china es que la vida da tantas vueltas,
y es tan paradójico su desarrollo, que lo malo se hace bueno, y lo
bueno malo. Lo mejor es esperar siempre el día de mañana.
Sin embargo, hay un bien seguro y absoluto, que no cambia jamás
y que no varía nunca, sino que conserva en todo tiempo idéntico
su valor para el rico y el pobre, para el bueno y el malo, y éste
es Cristo, el Salvador "que no cambia como los astros ni se mueve como
las sombras" (Santiago 1:17). Con Cristo lograremos el bien absoluto,
inmutable y eterno.
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