REFLECTOR
Con el rabo del ojo

El Vidajena

María Eugenia de la Torre es una de esas chicas que no mira ni con el rabo del ojo a los manes limpios. La guial era tan huele peo que pasaba por los pasillos de su oficina sin pisar la alfombra, vistiendo las mejores ropas y toda chic, claro que la fulanita en pocas palabras era un querubín bajado del cielo.

La chichi es hija del dueño de la compañía y como tal, no permitía que nadie se le acercara sin hacerle la reverencia y reiterarle su título de Señorita, que bastante le costaba.

Bueno, eso era en la oficina, porque fuera de ella, la guial se transformaba en buscamaridos, ya que a los 30 años el tren pasa cada vez más rápido y la guial, aunque muy bonita y con mucho dinero, no tenía ni siquiera un aspirante a marido.

La cosa fue que un día, la María desesperada se fue a uno de estos bares de solteros y allí le tiró los perros a un man que se veía muy, pero muy bien y parecía que tenía dinero, lo que no sabía la guial era que ese mismo man era el mensajero de la empresa de su papá y claro que nunca lo había visto, si ella era la gran cosa que no le interesaban los borrigueros de su compañía.

¡Ay papá!, claro que Juan Antonio sí la reconoció de inmediato y decidió seguirle la corriente. El man le dijo que era hijo de un reconocido industrial y que tenía un cargo de mucha importancia en una empresa de la localidad, a lo que la chica pensó que este era su último tren y con más insistencia lo condujo hasta su apartamento de soltera, donde inspirados recorrieron por varias horas los senderos del amor y se juraron amor eterno.

Pero qué va papá, las mentiras tienen las piernas cortas, y claro el man ya se había vengado de la chichi, por ignorarlo durante cuatro años seguidos, por no estar a su altura, así que cuando llegó al día siguiente a la oficina, le contó a todos los empleados que había gozado con la "yeyesita". A todo esto nadie le creía nada.

Así que Juan Antonio les dijo que se pararía en el "lobby" de la empresa y allí la esperaría para que todos vieran que su historia era cierta. Y así fue, la guial muy contenta de que su Romero la fuera a buscar a su trabajo, le dijo: "Hola mi amor, cómo amaneciste, aún recuerdo lo de anoche", y lo besó frente a todos.

¡Ay papá, qué pena! A cada paso que daba las risitas de los empleados crecía y ella, muy agarrada de manos con su amor, ajena a lo que sucedía, sonreía muy horonda. Hasta que claro, un boqueroso le preguntó qué ella hacía con el mensajero de la empresa.

¡Ahhh... qué escándalo! Ella, la más yeyé de todas, se había entregado al peor de los borrigueros y, claro, se volteó y se le salió el cobre.

A puños cerrados le metió tremendos ganchos de izquierda y de derecha al impostor y enseguida hizo que lo despidieran, ahora está decidida a investigar a su futuro amor.

 

 

 

 

 

 



 

La chichi es hija del dueño de la compañía y como tal, no permitía que nadie se le acercara sin hacerle la reverencia y reiterarle su título de Señorita, que bastante le costaba.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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