Así, en el verano del 2001, fichó por el modesto Brescia, un equipo lombardo cuyo cometido no era otro que lograr la permanencia.
En el Brescia, Guardiola vivió momentos de gloria, pero también de sufrimientos y, si acaso, uno de los peores avatares de toda su extensa y brillante carrera deportiva: dar positivo por "nandrolona" en un control antidopaje.
La Comisión Disciplinaria de la Liga Profesional le impuso una segunda suspensión cautelar, al tratarse de un nuevo caso. Los posteriores contraanálisis, también efectuados en Roma, confirmaron ambos casos. Pero Pep siempre se declaró inocente e, incluso, aportó pruebas médicas que apuntaban a ello.
Ahora, seis años después de su marcha del Roma, Guardiola volvió a Roma en su nueva faceta deportiva de técnico.
Lo hizo como entrenador del Barcelona, de un equipo que ha maravillado toda la temporada con su juego y que se enfrentaba al Manchester United en busca de la Liga de Campeones de Europa.
En el estadio Olímpico, donde no pudo mostrar como romanista su notable calidad como jugador, ha alzado el trofeo de la máxima competición continental; su tercer título de la temporada, tras el campeonato liguero español y la Copa del Rey.
Lo elevó al cielo de Roma, borrando con "la mayor de las alegrías futbolísticas" todo lo malo que deportivamente le había dado años antes la Ciudad Eterna.