Muchas personas asocian la donación de sangre con accidentes de tráfico, fallos en una operación, enfermedades crónicas... Son algunas de las ideas que vienen a la cabeza cuando se observa el cartel de "se necesita sangre" en los hospitales. Sin embargo, la realidad es menos dramática.
Las necesidades de sangre son constantes, cualquier intervención quirúrgica puede requerir una transfusión de sangre, e incluso muchas personas con enfermedades sanguíneas la precisan de manera regular.
Aunque la necesidad de sangre es universal, el acceso a sangre segura presenta grandes diferencias entre los países ricos y empobrecidos. Se calcula que, en general, el mínimo necesario para atender las necesidades más básicas de un país es que el 1% de su población sea donante (10 donantes por 1000 habitantes).
La donación de sangre es un acto desinteresado. Se lleva a cabo a través de los bancos de sangre, hospitales y centros de transfusión. Estos bancos deben estar siempre abastecidos de sangre de todos los grupos. Esto no puede conseguirse sin donantes. Aquí es donde radica el problema. Existen muy pocos donantes para las necesidades que hay.
Es cierto que la cantidad de donantes ha aumentado en los últimos años. No obstante, la proporción de gente que se anima a donar es aún muy pequeña debido al desconocimiento sobre el tema. Para cambiar esta situación, sería conveniente mejorar las campañas, ampliar los horarios de las donaciones y mejorar las instalaciones donde se llevan a cabo. Y sobre todo, dar información sobre cuántas vidas se pueden salvar.