MENSAJE
El Don del Hijo al Padre
Hermano Pablo,
Costa Mesa, California
El diagnóstico: leucemia.
La prognosis, no menos funesta: tal vez un año más de vida.
Acababa de recibir esa terrible noticia Simón Bird, muchacho de 14
años, cuando salió del hospital del brazo de su padre. ¡Sólo
un año más para vivir! En la flor de la adolescencia, vendría
la muerte inexorable a seguir su vida.
El valiente muchacho de Yeovil, Inglaterra, encaró con firmeza
su destino y aprovechó el ofrecimiento que le hizo una institución
benéfica llamada "Los sueños se hacen realidad".
Esta entidad ofrece regalos a los adolescentes moribundos. Pero Simón
no pidió nada para él sino para su padre. Pidió que
a su progenitor le regalaran un pequeño tractor de jardín
para que éste pudiera ganarse la vida. Ese fue el supremo don del
hijo al padre.
Esta tierna historia levanta el espíritu de quienes todos los
días tienen que hacer la crónica de las cosas malas que ocurren
en el mundo. El chico moribundo pudo haber pedido cualquier cosa para él
mismo. Un auto, una moto, un viaje, un equipo de sonido, un televisor. Pero
cuando más razón tenía para pensar en sí mismo,
pensó más bien en su padre.
Hay acciones generosas que debemos destacar. No todo en este mundo es
drogadicción, narcotráfico, asalto, robo, asesinato, guerrilla
y terrorismo. También hay gestos nobles, acciones generosas y sentido
humanitario.
Simón pasó a la presencia de Dios. Cuando sus padres y
hermanos contemplaron el brillante tractor que les había conseguido
como recurso económico para la familia, decían: "En la
última hora de su vida, Simón pensó en nuestro bienestar.
No vivió en vano ni murió en vano. En su corta existencia
tuvo tiempo de dejarnos lo que nos ayudaría a vivir".
La Biblia dice: "No son los hijos los que deben ahorrar para los
padres, sino los padres para los hijos" (2 Corintios 12:14). Esta es
la norma sana de la vida. Los padres deben dejar a sus hijos la mejor herencia.
Pero en este caso se produjo la bendición a la inversa. El hijo le
dejó una herencia al padre.
Dios, que inspiró al escritor del texto bíblico anterior,
hizo lo que ese texto manda. Nos dejó a nosotros los seres humanos
la mejor, la más grande, pura y perfecta de las herencias: nada menos
que a su propio Hijo Jesucristo. Y aunque con Cristo nos dejó todo:
perdón, regeneración, rectitud de vida y, para el final, la
vida eterna. Hay, pues, un regalo, un don gratuito que Dios nos ofrece.
Y nosotros no tenemos más que aceptarlo.
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