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Pudo haber tenido otro desenlace

Hermano Pablo | Reverendo

Rebeca Thompson Brown, una mujer joven y bella que había sufrido una horrible tragedia, se acercó al borde del puente. Treinta y cinco metros abajo corría el río Platte del Norte, del estado de Wyoming. Contempló largo rato el turbulento río y, en un súbito arranque de emoción descontrolada, se arrojó a las oscuras aguas.

Diecinueve años antes, Rebeca, de dieciocho años de edad, y su hermana Amy, de trece, habían sido violadas por dos individuos, y habían sido arrojadas desde ese mismo puente. Amy había muerto. Rebeca sobrevivió. Diecinueve años después, Rebeca cumplió la promesa que se había hecho a sí misma, de que habría de morir en la misma forma en que murió su hermanita.

Nadie puede medir por completo el efecto trágico y traumático que una experiencia como ésta tiene en la mente y en la vida de una persona. El herido lleva dentro de sí, por muchos años, a veces hasta la muerte, el dolor de la tragedia. El herido incluso esconde de sí mismo, inconscientemente a modo de bloqueo mental, el daño hecho. Y esa herida afecta todo su ser: sus relaciones, sus costumbres y sus móviles.

�Qué podemos hacer si hemos sido víctimas de violación, de incesto y de tragedias de cualquier índole, que nos han traumatizado? He aquí algunos consejos:

No insistamos en guardar esos sentimientos en el corazón. Mantener dentro de nosotros esos secretos sin compartirlos con nadie puede hacernos igual o más daño que la tragedia misma. Busquemos, más bien, la amistad de alguna persona madura con quien podamos tener comunicación abierta y transparente, y contémosle toda la verdad.

Busquemos, también, un grupo de apoyo compuesto de personas que han tenido experiencias similares a la nuestra. Puede ser alguna congregación religiosa o algún grupo dentro de una congregación, donde hay oportunidad de compartir los más profundos sentimientos del alma. Tener alguien con quien compartir esos secretos es vital para hallar la paz.

Por último, recordemos que el poder más grande en este mundo es el poder de Dios. Dios tiene amor inagotable, pero para recibir su amor, tenemos que recibirlo a �l. Su Hijo Jesucristo dijo: "Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso" (Mateo 11: 28). Cristo quiere ser nuestro amigo. Podemos encontrar esa amistad permitiéndole entrar a nuestro corazón. �l sólo espera que lo invitemos a entrar.



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