La próxima liberación del ex general Manuel Antonio Noriega representa una papa caliente para los gobiernos de Estados Unidos y Panamá. Ambos países se aproximan a torneos electorales y el exhombre fuerte panameño sería un inquilino incómodo para los dos países.
Todavía no está claro si el ex militar declarado prisionero de guerra sea extraditado a Panamá, cuando en septiembre salga de la prisión del Estado de La Florida, donde ha permanecido desde 1990. Su condición de prisionero de guerra le concede algunas ventajas y es probable que los norteamericanos lo envíen a un tercer país.
Noriega tiene varias condenas por homicidios y enriquecimiento ilícito que lo esperan en Panamá, pero parece no ser el mayor problema si se compara con lo sucedido con otros ex funcionarios de su gobierno que retornaron del exterior y apenas permanecieron unas cuantas semanas en prisión para luego ser beneficiados con una medida cautelar.
Quizás contra el retorno de Noriega a Panamá actuaría la cercanía a un torneo electoral. Una oposición -aunque desarticulada actualmente- podría sacar provecho de los estrechos nexos del ex general con el gobernante Partido Revolucionario Democrático (PRD) y complicarle un tanto la campaña del 2009.
En el lado de los Republicanos, ante la proximidad también de sus comicios para nada les conviene tener a un Noriega suelto en Estados Unidos con los medios detrás de él para que revele los secretos de sus relaciones con gobiernos norteamericanos.
Así las cosas, pareciera que el ex jefe de las Fuerzas de Defensa, cuando cumpla su condena por narcotráfico, saldrá rumbo a un tercer país, quizás República Dominicana o Brasil. Su retorno a Panamá, probablemente deberá esperar a mediados del año 2009.