La semana pasada se cumplió el primer año del Programa Red de Oportunidades desarrollado por la actual administración, para que familias marginadas aprovechen la oportunidad de beneficiarse de los servicios públicos de educación y salud, con miras a un mayor bienestar.
35 balboas mensuales con un mecanismo para asegurar que se practiquen los exámenes médicos y vacunaciones de rigor, y los menores reciban en forma regular la enseñanza básica ofrecida por el Estado.
Es un concepto positivo, nos dicen que traído del Brasil, sobre el cual empezamos a conocer en nuestro país durante la pasada campaña electoral, específicamente como parte de la propuesta de gobierno de Ricardo Martinelli y su partido opositor Cambio Democrático.
Enhorabuena el actual gobierno acogió la propuesta. Además de ser un imperativo moral, para cualquier gobierno es una forma concreta de cumplir con obligaciones constitucionales utilizando recursos que recauda, hoy más que nunca, el Estado.
Implementado en forma honesta, sin politiquería y con la debida coordinación y seguimiento, es una manera correcta, aunque limitada, de atender tan cruel situación por la cual atraviesan demasiados panameños. No es esto sin embargo lo que va a resolver de raíz y en forma duradera el gravísimo problema de pobreza y desigualdad existente, y se pecaría de demagogia al afirmar lo contrario. Tampoco se resolverá sembrando el odio entre panameños o haciendo ver como que es ahora, por primera vez en la historia, que en forma mesiánica algo se está proponiendo o haciendo al respecto.
Tiene razón el Presidente Torrijos cuando afirma que "usar la pobreza para fines electoreros es una infamia", y que hay que pasar del discurso a la acción. En el sentido anterior, el fuego cruzado sobre este tema entre el Presidente y dirigentes de partidos de oposición, y las enormes sumas gastadas a diario por el gobierno para publicitar este programa, vienen sobrando.
La Red de Oportunidades ciertamente es más que 35 balboas, pero también es mucho más lo que debemos y podemos hacer para enfrentar las causas de la pobreza y la desigualdad en la distribución de la riqueza, facilitando la capacidad productiva. No hacerlo sería la mayor equivocación.