REFLEXIONES
Hasta pronto Victorio

Rafael Candanedo

El tren de la muerte arrasó con el rey de la alegría. Le arrancó la vida en la cumbre de su carrera. La explosión de su cerebro aturdió al país: desde el remoto caserío hasta el lujoso salón de bailes, donde brilló con su acordeón melódico.

El centinela de lo nuestro se apagó en la plenitud de su música. Cuando él como nadie garantizaba un lleno completo de bailadores en las fiestas en el campo y en la urbe. Aquel hombre que era símbolo de la sed de vivir, que era venerado en todos los estratos y que representaba al panameño raizal, fue embestido por la truculencia de la muerte.

A pesar de los millones que reunió con su talento, trabajo personal, creatividad y la lealtad de sus fanáticos, en una difícil y ascendente carrera hacia el éxito, preservó la hidalguía del campesino. Quienes lo trataron lo recuerdan como un hombre afable, sencillo, cordial, campechano. Sin dificultad, se comunicaba con el complejo espectro social panameño. Cultivaba el humor sano y, con maestría, conseguía alegrar el alma nacional, muchas veces tropezada por la carestía económica, por la soledad, la falta de rumbo y por las no menos trascendentes cosas del corazón.

Los corazones heridos encontraron en las notas de su acordeón consuelo para sus lamentos, y los corazones felices celebraron con sus interpretaciones, chispeantes y de sonrisa ancha, la buena estrella del amor correspondido o aquel que ofrece una señal de esperanza.

El éxito y el dinero no envanecieron al Victorio que nació en una casa de quincha en La Caldelaria, un pueblo de Las Tablas, en el seno de una humilde familia campesina. Todo lo contrario. Hoy Panamá honra al rey de la alegría, en un cortejo, a lo largo de 350 kilómétros, por su mensaje musical, que perdurará para siempre. En el corazón de sus compatriotas, Victorio interpreta mejor que nunca.

 

 

 

 

 

 

 

 


 

AYER GRAFICO
Victorio Vergara con Ceferino y Esther Nieto en mano a mano en Cerro Machete.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, no protejo a los niños.


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