Jueves 20 de agosto de 1998

 








 

 


MENSAJE
Juventud

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

E
lla supo ocultar su embarazo de la vista de padres, amigos y maestros, a los 16 años, encontrándose sola en su casa, dio a luz a su bebé. Lo primero que hizo fue cortar el cordón umbilical. Inmediatamente después tomó a la criatura en sus manos y procedió a apretarle el cuello. Luego la envolvió en plástico y la arrojó al tarro de la basura.

El puso su Chevrolet Camaro en marcha, y con tres amigos más en el auto, alió a todo escape. Iba a comprar más cerveza para continuar la fiesta. En el camino chocó contra un poste. Su mejor amigo salió volando por el parabrisas y se partió la cabeza contra un árbol. Otro joven se quebró el cuello y quedó paralizado de por vida.

Cada uno de esos jóvenes, Graciela y Agustín, de Los Angeles, California, ofrece la misma explicación para lo que pasó: "No sabía lo que hacía".

Decir que uno no sabe lo que está haciendo es una de las excusas más corrientes entre nuestra juventud moderna. Las jovencitas saben todo lo necesario con respecto a maquillaje, peinado y deportes. Pero dicen no saber que el sexo libre tiene como consecuencia fatal el embarazo. Los jóvenes saben de todo lo que hay que saber con respecto a autos, motores, velocidades y rendimientos. Pero dicen no saber que menos de un gramo de alcohol en las venas perturba las facultades mentales.

Los jueces y jurados, personas adultas, tienden a ser benevolentes con los jóvenes. "No saben lo que hacen", dicen ellos. Y les imponen la pena mínima que establecen las leyes. Las chicas vuelven a quedar embarazadas dentro del año, y los muchachos vuelen a destrozar otro auto a los seis meses. Y todo esto para volver a decir: "No sabía lo que hacía".

Esto nos lleva a una reflexión. Muchos de nuestros jóvenes carecen en absoluto de disciplina y de responsabilidad moral. No es que no saben lo que hacen; es que no les importa. No les importa el dolor que les causa a sus padres. No les importa la imagen que están exhibiendo. No les importan las consecuencias de sus acciones. No les importa su propia vida.

¿Qué es lo que la joven necesita? ¿Temor de Dios? Necesita al Maestro supremo y absoluto de su existencia. Necesita permitir que Cristo sea el Señor de su vida. Porque todos, sin excepción, necesitamos a Dios.

 

 

 

 

 

CULTURA
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