Las bebidas alcohólicas causan diferentes efectos, dependiendo de la persona. A unos les da por reírse por todo, a otros por quedarse callados y con la mirada perdida. Algunos se vuelven locuaces y conversadores, al punto que no pueden callarse. Hay quienes les da por enamorarse.
Y, por desgracia, hay unos cuantos que les da por ponerse a "rofear" a quien se le ponga enfrente, a tumbar la mesa de los tragos e iniciar peleas sin haber sido provocados.
No siempre se trata de personas violentas. En ciertos casos, son individuos calmados, que no se meten con nadie cuando están sobrios; pero que cuando se meten un par de tragos, se creen Mike Tyson.
Resulta incómodo y hasta peligroso que un elemento como estos integre un grupo de amigos que va a una fiesta, una discoteca, o a carnavalear, ya que siempre tienen que estar echándole un ojo para que no se meta en problemas. En resumen, nadie se puede entregar 100% a la diversión porque tiene que hacerlas de "chaperón designado".
Si el chupador pendenciero se mete en una pelea con un desconocido en un culeco, se está corriendo el riesgo de encontrarse con alguien armado con un cuchillo, o incluso una pistola.
Este peligro se extiende al resto de sus compañeros, quienes sólo buscan divertirse sanamente.
Si usted es una de esas personas que se pone belicosa con unos tragos de más, mejor es que le de instrucciones a sus amigos sobre cómo lidiar con usted en situaciones de parranda.
O mejor aún, limítese a hacer chupatas en su propia casa, con sus amigos más cercanos. Así reduce las posibilidades de que cualquier enojo no pase a mayores.