Mientras los precios del petróleo lentamente retroceden, los cancilleres de Panamá y Colombia arrancan una reunión bilateral de la Comisión de Vecindad, en la que uno de los puntos que destacan es el de la construcción en 2012 de una línea de interconexión eléctrica regional.
El plan involucra conectar a ambas naciones a través de 614 kilómetros de redes, en un proyecto financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo por 207 millones de dólares.
La promesa implícita en este proyecto es el de satisfacer las demandas energéticas de forma que se reduzca el precio a los consumidores.
Disculpen, pero ya hemos escuchado eso antes. La misma promesa ha venido inserta en cada proyecto energético en que Panamá se ha visto involucrada desde la privatización del sector a finales de la década pasada. Y no hace falta explicar el alza constante de las tarifas eléctricas en el país, iniciada mucho antes de que se desatara la actual crisis inflacionaria.
A estas alturas del año, los panameños de la ciudad capital olvidamos que estamos con suerte, ya que la afortunada llegada de las lluvias evitó que se produjeran apagones programados causados porque la demanda de energía eléctrica prácticamente alcanzó la oferta.
Todo esto por el descuido de las administraciones gubernamentales recientes en procurar energía para el futuro.
Este año estuvimos a un pelo de los apagones, pero el año que viene podría comenzar la tortura, que de paso, descalabraría el ritmo de crecimiento del país y afectaría la inversión.
Poner en marcha un plan energético coherente que busque la autosuficiencia es la única forma de solucionar lo que viene. El próximo gobierno tendrá que tener este punto de primero en su lista, ya que al futuro Presidente le podría tocar sufrir el acoso mediático y ciudadano derivado de los apagones programados en 2009.