La situación que se produjo con la elección del nuevo presidente de la Asamblea Nacional de Diputados, era previsible, pero el gobierno dejó para último momento las cosas.
Las dificultades que podían generar la elección de Pedro Miguel González se anticipaban, pero más bien se permitió que el joven diputado buscara los votos de sus colegas y se embarcara en una candidatura, para última hora intentar bajarlo.
A Estados Unidos le desagrada que González sea el presidente de la Asamblea panameña, debido a la vinculación de éste a la muerte del soldado Zak Hernández.
Una vez embarcada la bancada oficialista en la candidatura de Pedro Miguel, resultaba penoso dar marcha atrás, porque quedaba en abierta evidencia la injerencia de la mayor potencia del mundo en los asuntos internos de Panamá.
Ahora se han abierto las viejas heridas que quedaron de la época de la invasión de diciembre de 1989. Cada vez que Estados Unidos reclame algo, los panameños le recordarán los muertos de la invasión.
Así las cosas, la armoniosa relación que se había forjado entre Panamá y Estados Unidos se ha visto deteriorada y hasta la situación la pueden aprovechar sectores norteamericanos para torpedear el Tratado de Libre Comercio, que en las próximas semanas debe ser sometido a la ratificación del Congreso.
Quizás el asunto se zanje con una futura renuncia de González a la presidencia de la Asamblea, pero todo eso se pudo evitar a tiempo. No se puede andar escurriendo el bulto ni actuar como amateurs en materia política, porque ahora estamos pagando las consecuencias. De todas formas saldremos fregados: Estados Unidos ahora nos presiona con el tema del TLC y si Pedro Miguel renuncia, el resto de las naciones sabrá que cedimos ante el impero.