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Panamá y Chile, cuando la cultura es puente

Rolando Gabrielli
Analista Internacional

Nada es comparable con los lazos y vínculos que genera la cultura entre los pueblos a lo largo de su historia, por accidentado, disperso a veces, inconsistente en ocasiones, que sea el camino de los vínculos internacionales. Panamá y Chile, son prueba, una y mil veces de este aserto en este siglo plagado de conflictos y de un zigzag económico que no deja de sorprendernos en los albores del tercer milenio.

Sorprende al común de las gentes, la fortaleza de estas relaciones culturales, pedagógicas, entre la pequeña nación istmeña, puente de todas las Américas con el mundo, y larga y angosta faja de tierra chilena en su loca geografía de 4.200 kilómetros de costas.

Tanta lejanía y una inmensa proximidad entre el calor y el frío, separan y unen a ambas naciones, una inmersa en el tránsito de los siglos, y otra aislada, abierta en su tradición democrática más próspera, y las dos de cara al siglo XXI, con un espíritu renovado en la búsqueda de un derrotero común.

Chile y Panamá trazaron indisolubles vínculos culturales desde principio de siglo, cuando los jóvenes istmeños iniciaron un recorrido, que trasmitiría de generación en generación, por los colegios y universidades chilenas, como el más fuerte y sólido eslabón de una amistad ancha, próspera y transparente.

Ahí están los pueblos, en el ocaso de un siglo y de un milenio, con su espíritu renovado, recogiendo la semilla de los fundadores de estas relaciones, que surgió de prolongadas raíces en las aulas estudiantiles y universitarias de Chile y en Santiago de Veraguas, en la región central de Panamá, donde profesores chilenos formaron a los maestros panameños.

La educación y la cultura resultan ser una cadena interminable, la relación inequívoca de los pueblos que buscan la libertad y el progreso sin mayor aspavientos, un diálogo fértil, flexible, verdadero y moderno entre las naciones y los pueblos.

Hoy saludamos con estas reflexiones, el peregrinaje valiente de los jóvenes panameños de todas las épocas al fin del mundo, a Chile, un país tan desconocido en ese entonces para el trópico y el Caribe, lejano, aislado, azotado por terremotos, cercado por la Cordillera de los Andes, el desierto de Atacama, bañado por el océano Pacífico de extremo a extremo, y amado entrañablemente por sus habitantes desde los tiempos de los Mapuches, hijos de la tierra.

De aquellos profesores chilenos que fundaron la Normal de Veraguas, como Hernán Ramírez Necochea, entre tantos otros, aquellos que hicieron clase en el Instituto Nacional -Nido de Aguilas- en la Universidad de Panamá y en la USMA, más recientemente, queda un recuerdo imperecedero en la memoria de los panameños que hoy me comentan acerca de sus enseñanzas, invictas en la memoria de miles de jóvenes.

El tiempo y las generaciones han continuado su tradicional tarea de seguir construyendo la vida, pero quedan también en la memoria de ambos pueblos, el paso por las Universidades chilenas de tres jóvenes integrantes de una pléyade de maestros panameños, pioneros y forjadores de juventud.

Me refiero a Octavio Méndez Pereira, primer rector de la Universidad de Panamá, quien estudió en el Instituto Barros Arana e Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, Jaime de la Guardia, quien también fuera rector, estudió en la escuela de Medicina de la Universidad de Chile y Narciso Garay Preciado, estudió Derecho en la Universidad de Chile, y fue rector de la Universidad de Panamá, por el período 1959-1964.

Los tres insignes panameños, dirigieron la alta casa de estudios por un período de casi tres décadas, con una breve interrupción.

Panamá y Chile están unidos por lazos indisolubles en el tiempo, por esa semilla llamada educación, la herramienta clave del tercer milenio.

Afortunadamente, los trabajos entre ambos gobiernos en esa como en otras materias continúan estrechándose, rindiendo frutos tangibles, reafirmando aún más esta corriente moderna de poner a la educación en el punto número de la agenda de quienes creemos en el futuro.

Ahí están los símbolos en el populoso distrito de San Miguelito de dos poetas chilenos, latinoamericanos y universales, que expresaron una y otra vez su condición americana, telúrica, y que en distintas épocas visitaron Panamá. Una sola bandera en el canal, fue el verso premonitorio, como un tajo en la historia de los pueblos y del siglo XX, del Vate Pablo Neruda. Sendos monolitos, uno muy próximos al otro, podrán ser visitados por quien arribe al istmo, en el centro urbano más populoso de ciudad de Panamá.

Panamá y Chile unidos por la cultura. Ello será ratificado, cuando la Universidad de Panamá, en un claro homenaje a todas las generaciones de panameños y chilenos que han hecho posible este encuentro cultural de los tiempos, otorguen al Doctor Honoris Causa al presidente chileno, Eduardo Frei Ruiz-Tagle.

El mandatario chileno, arribó el 3 de septiembre a Panamá, por invitación del presidente Ernesto Pérez Balladares y para cumplir con el Grupo de Rio, que sesionará en esta capital, ya que Panamá ejerce la Secretaría pro Témpore.

La agenda entre ambos mandatarios es continuar el diálogo que desde hace más de un año realizan intensamente sus gobiernos en pro de un amplio acuerdo comercial que privilegie a ambas naciones, que ya mantienen vínculos comerciales del orden de los 250 millones de dólares anuales, según cifras, del embajador chileno en Panamá, Eduardo Ormeño Toledo.

Ormeño Toledo, quien se desempeña en Panamá desde hace 4 años, elogió las relaciones entre ambos países, las que calificó de ejemplares, expresó su complacencia por este encuentro, que es de ratificación de amistad entre ambos pueblos.

El embajador chileno reconoció el apoyo de la intelectualidad panameña, empresarios y del gobierno a su fructífera labor en el istmo a favor de la nación andina y de los entrañables vínculos con Panamá.

Ormeño Toledo se ha integrado literalmente hablando a la vida nacional, donde se le ve frecuentemente en diálogo con la comunidad empresarial, intelectuales, personeros de gobierno y el pueblo panameño en general.

Es una ratificación de apuño de la excelencia de las relaciones entre chilenos y panameños, un vínculo que desarrollaron nuestros mayores y debemos cuidar.

 

 

 

 

 

 




 

AYER GRAFICO
La crema y nata del teatro panameño actuando en la obra "Las Brujas de Salem".


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, contribuyo a las inundaciones.


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