MENSAJE
Un sacrificio por amor
Hermano Pablo
Costa Mesa, California
S úbito, pavoroso, terrible,
surgió el fuego en la casa. Lo había comenzado un chiquillo
de dos años de edad. Había estado jugando con las luces del
árbol de Navidad. Jennifer Olson, la hermana mayor, de 14 años,
actuó rápidamente.
Sacó fuera de la casa a sus hermanitos de 2, 3, 5 y 6 años
de edad y a su abuelo paralítico, de 75 años. Cuando ya los
tenía a todos en un lugar seguro, entró de nuevo a la casa
en llamas, para rescatar a sus dos perros. Pero el humo la envolvió
y la asfixió. La chica murió en el hospital, tres días
después. "Sacrificó su vida por amor a sus perros - dijo
llorando la mamá'. Fue un sacrificio por amor".
Muchos sacrificios parecidos hay en el mundo. Todavía queda gente
heroica, que arriesga su vida por salvar a personas, y aún a animales
a los que les tiene cariño. No todo es sordidez, interés material
y egoísmo en el mundo. Todavía queda heroísmo. Era
mucho, quizá, entregar la vida de una niña por la vida de
dos simples perros, pero en todo acto de heroísmo se cuenta más
el desinterés y el espíritu, que los valores materiales que
puedan estar involucrados.
Todo acto de heroísmo en el mundo, toda acción de sacrificio
en que una persona da su vida por otra, tiene, aunque no siempre se reconozca,
su raíz y su base en aquel supremo sacrificio de la historia que
se hizo por supremo amor para salvar a la humanidad entera.
Ese sacrificio es el de Jesucristo en la cruz de Calvario. Su acto de
amor, totalmente altruista sentó la base para todo sacrificio heroico
que los hombres posteriormente hicieran en cualquier parte y por cualquier
motivo. El hombre aprende heroísmo y sacrificio, con el sacrificio
de Cristo.
Ese sacrificio de Jesucristo -desinteresado, total, amoroso, perfecto-
abre para todos nosotros la puerta hacia una vida nueva. No fue un sacrificio
inútil. Fue, y, es, inmensamente útil para todo hombre y toda
mujer de todo tiempo y de todo lugar. Sólo tenemos que aceptarlo
para obtener la redención de nuestra vida.
El sacrificio lo hizo Dios, en la persona de Su Hijo Jesucristo, por
nosotros. No rechacemos ese amor divino, pues de hacerlo así estaremos
rechazando nuestra salvación.
|
|
|