Jueves 10 de sept. de 1998

 








 

 

FAMILIA
La guerra contra las drogas

James A. Inciardi

"Las fiestas de nieve", de las que se dice que se han vuelto tan comunes como para amenazar la civilización norteamericana, se volverán imposibles por el proyecto Jones-Miller, que regula la fabricación, importación y exportación de drogas que producen hábito, que ha sido aprobada por el Congreso y firmada por el presidente Harding. Al golpear en la fuente de suministro, el proyecto va a la raíz del mal, y a su tiempo, la eliminará totalmente.

Por "nieve", como lo sugería el editorial, aludían a la heroína y la cocaína y la Ley Jones-Miller fue una legislación que imponía multas de hasta 5.000 dólares y prisión hasta de 10 años para cualquiera que se viera envuelto en la importación ilegal de narcóticos.

Si bien la Ley Jones-Miller tuvo poco efecto, aparte de inflar aún más los precios de la heroína y la morfina en el mercado ilícito de drogas, alguna gente adujo que la "epidemia" de drogas era un mito. Un observador sugirió que las estimaciones exageradas no eran más que propaganda de guerra alemana. Tomando como referencia un rumor de que aquellos que estaban a cargo del reclutamiento durante la Primera Guerra Mundial encontrarían no menos de 500.000 adictos entre los reclutas, se señaló que, de alrededor de 3.5 millones de hombres examinados, sólo se descubrió que 3.284 eran adictos. Aplicando dicha proporción a las cifras del censo de 1920, se llegó a la conclusión de que probablemente 100.000 fuera una cifra más precisa y que la drogadicción de hecho había disminuido durante las dos décadas anteriores. Otros datos tendrían a apoyar esta conclusión. En 1924, los doctores Lawrence Kolb y A.G. Du Mez, del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, después de un cuidadoso examen de los datos disponibles de investigación sobre consumo de drogas, estimaron que había probablemente sólo 110.000 adictos en Estados Unidos a fines de 1922, lo cual reflejaba una considerable disminución desde principios de siglo. Sin embargo, sean cuales fueran las cifras correctas, todos parecían coincidir en que el consumo de narcóticos, por cierto, era un problema que debía abordarse.

LA MALA HIERBA DE LOS CAMPOS, LOS LECHOS DE LOS RIOS Y LOS COSTADOS DE LOS CAMINOS

La preocupación nacional sobre el consumo de narcóticos durante los años treinta no se centró exclusivamente en la heroína, pues algunos consideraron que otra sustancia era un mal todavía mayor. Uno podría esperar que fuera la cocaína, dado que los efectos estimulantes de la droga habían sido promocionados en Estados Unidos mucho antes de la introducción de la Heroína. Pero no fue así. Después de la aprobación de la Ley de Alimentos y Drogas Puros en 1906, el consumo de cocaína pasó al submundo, a los bajos fondos del jazz y de la bohemia vanguardista. Allí permaneció durante décadas, a tal punto que la Oficina de Narcóticos del Departamento de Hacienda, una agencia federal que a menudo recibía acusaciones de exagerar enormemente el alcance del consumo de drogas en Estados Unidos, llegó a la conclusión en 1939 de que "el consumo de cocaína en el tráfico ilícito sigue siendo tan pequeño como para carecer de significación". No, la cocaína no, sino la más insidiosa marihuana, llamada alternativamente la "droga del diablo", el "asesino de la juventud" y la "hierba de la locura".

 

 

 

 

 


 

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