FAMILIA
La guerra contra las drogas
James A. Inciardi
"Las fiestas de nieve",
de las que se dice que se han vuelto tan comunes como para amenazar la civilización
norteamericana, se volverán imposibles por el proyecto Jones-Miller,
que regula la fabricación, importación y exportación
de drogas que producen hábito, que ha sido aprobada por el Congreso
y firmada por el presidente Harding. Al golpear en la fuente de suministro,
el proyecto va a la raíz del mal, y a su tiempo, la eliminará
totalmente.
Por "nieve", como lo sugería el editorial, aludían
a la heroína y la cocaína y la Ley Jones-Miller fue una legislación
que imponía multas de hasta 5.000 dólares y prisión
hasta de 10 años para cualquiera que se viera envuelto en la importación
ilegal de narcóticos.
Si bien la Ley Jones-Miller tuvo poco efecto, aparte de inflar aún
más los precios de la heroína y la morfina en el mercado ilícito
de drogas, alguna gente adujo que la "epidemia" de drogas era
un mito. Un observador sugirió que las estimaciones exageradas no
eran más que propaganda de guerra alemana. Tomando como referencia
un rumor de que aquellos que estaban a cargo del reclutamiento durante la
Primera Guerra Mundial encontrarían no menos de 500.000 adictos entre
los reclutas, se señaló que, de alrededor de 3.5 millones
de hombres examinados, sólo se descubrió que 3.284 eran adictos.
Aplicando dicha proporción a las cifras del censo de 1920, se llegó
a la conclusión de que probablemente 100.000 fuera una cifra más
precisa y que la drogadicción de hecho había disminuido durante
las dos décadas anteriores. Otros datos tendrían a apoyar
esta conclusión. En 1924, los doctores Lawrence Kolb y A.G. Du Mez,
del Servicio de Salud Pública de Estados Unidos, después de
un cuidadoso examen de los datos disponibles de investigación sobre
consumo de drogas, estimaron que había probablemente sólo
110.000 adictos en Estados Unidos a fines de 1922, lo cual reflejaba una
considerable disminución desde principios de siglo. Sin embargo,
sean cuales fueran las cifras correctas, todos parecían coincidir
en que el consumo de narcóticos, por cierto, era un problema que
debía abordarse.
LA MALA HIERBA DE LOS CAMPOS, LOS LECHOS DE LOS RIOS Y LOS COSTADOS
DE LOS CAMINOS
La preocupación nacional sobre el consumo de narcóticos
durante los años treinta no se centró exclusivamente en la
heroína, pues algunos consideraron que otra sustancia era un mal
todavía mayor. Uno podría esperar que fuera la cocaína,
dado que los efectos estimulantes de la droga habían sido promocionados
en Estados Unidos mucho antes de la introducción de la Heroína.
Pero no fue así. Después de la aprobación de la Ley
de Alimentos y Drogas Puros en 1906, el consumo de cocaína pasó
al submundo, a los bajos fondos del jazz y de la bohemia vanguardista. Allí
permaneció durante décadas, a tal punto que la Oficina de
Narcóticos del Departamento de Hacienda, una agencia federal que
a menudo recibía acusaciones de exagerar enormemente el alcance del
consumo de drogas en Estados Unidos, llegó a la conclusión
en 1939 de que "el consumo de cocaína en el tráfico ilícito
sigue siendo tan pequeño como para carecer de significación".
No, la cocaína no, sino la más insidiosa marihuana, llamada
alternativamente la "droga del diablo", el "asesino de la
juventud" y la "hierba de la locura".
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Las alergias, sufrimiento de gran número
de la población mundial
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