Jueves 10 de sept. de 1998

 








 

 

EDITORIAL
¡Escucha panameño!

Adolorido te escribo a tí, panameño, paisano mío, para recordarte las veces que en este diario te he invitado a reflexionar sobre las muertes desatadas que en las carreteras nacionales dejan centenares de cadáveres de hermanos, familiares y amigos; destrozados, convertidos en recuerdos sanguinolentos.

No prestaste atención; poco te importa, y por eso sigue la procesión macabra, enlutecida, que con llanto, dolor y pena acompaña los ataúdes siniestros al reposo de las tumbas húmedas de los camposantos.

Olvidas que las campanas de la parca tañen por tí también cuando confiado accedes a las vías con la premura de cumplir deberes y ganar el pan, donde puedes fenecer por la irresponsabilidad de ignaros que conducen los carros a velocidades de peligro, sin importarle los riesgos, desconocen las reglas básicas del manejo vial y con sus abusivas conductas rebasan, tuercen, giran, aparcan y provocan accidentes fatales.

Panameño, hermano mío! hasta cuando tu tolerancia sumisa de no reclamar tus derechos permite que los enajenados del volante conduzcan los vehículos donde eres pasajero sin respeto ni consideración para contigo y los viandantes.

Debes entender que las muertes de las víctimas del irrespeto y el absolutismo de los conductores, particulares y de servicio público, son agravios a la colectividad; en cada fallecido se causan pérdidas sociales sensitivas, se truncan esperanzas y se cancelan logros; se gastan dineros en funerarios y luto, y todo ésto tú lo estás permitiendo...

Por eso debemos forjar una cruzada de fortaleza cívica que reúna a los panameños sinceros; los que se resienten del ánimo ante la sangre derramada y el dolor de la orfandad repartida, y así cancelar la mortalidad vial. No lo olvides.

Tienes que entender que las policías, los motorizados, los jueces y los alcaldes, todos ellos resultan incapaces de resolver el morbo asesino; ellos trabajan en frías aristas legales, distintas a las emocionales, y sicológicas que impulsan la insanía homicida de las carreteras. Son los vecindarios, los parroquianos, los usuarios cotidianos quienes tienen las herramientas para la contención de la muerte vial.

La acción unitaria, férrea, de la comunidad, que en vigilancia estricta denuncie, señale y acuse a los infractores impunes y les aplique el castigo social de la indiferencia, el repudio y el estigma, son mecanismos idóneos para superar el crimen motorizado de las calles. Allí tienes lugar: conviértete en voz y oído de la justicia; sé paladín del reclamo contra el abuso; no permitas que la velocidad enajenada contínue repartiendo viudez, orfandad y dolor en Panamá.

Panameño, hermano mío, tienes la palabra y el camino; hazlo.

 

 

 


 

AYER GRAFICO
Conferencia de prensa para anunciar el inicio de operaciones de la Misión Agrícola China.


CREO SER UN BUEN CIUDADANO
Sin embargo, manejo desordenadamente.


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