El Gobierno decidió posponer por una semana los nuevos precios de paridad para la gasolina, el diésel y el gas butano. En la práctica se trata de un congelamiento de precios, para disminuir la presión en el presupuesto de las familias panameñas.
La medida era necesaria. Ya los consumidores están hartos de alzas de precios. La gasolina se vende entre 3.98 y 4.15 balboas el galón; el diésel tiene un precio de 3.89 balboas.
Resultaba inexplicable, que mientras el barril de petróleo tenía tendencia a bajar y que salvo una situación pasajera como la reducción de producción en las plataformas de Texas, debido al huracán Ike, pudo justificar un leve incremento en el mercado internacional.
El aumento en el galón de la gasolina iba a ser de 68 centésimos, pero ahora se ha pospuesto y es probable que sea inferior a ese monto, cuando la próxima semana se anuncie el nuevo precio de paridad. El barril de petróleo está en 92 dólares y debido a la crisis existente en la gran banca norteamericana, no se vaticinan mayores incrementos, porque sin duda que habrá una baja en la demanda de bienes y servicios en el gran coloso del Norte, lo cual influye en el resto de los países.
El combustible es el principal activador de la inflación en Panamá, que el mes pasado ya se ubicó en casi el 10 por ciento, pero además, los precios de los derivados del petróleo y el transporte, reflejaron un aumento de 15.9% entre julio y agosto.
El congelamiento temporal debe servir también al Gobierno para investigar el funcionamiento del mercado local de hidrocarburos, porque con el cuento de la libre oferta y demanda, cada quincena se golpea a los bolsillos de los hogares panameños y la única justificación que ofrecen los funcionarios, es que no pueden hacer nada y que el galón de gasolina y diésel es más barato en Panamá, que en cualquier otro país. Ese es consuelo de tontos, o es que los altos cargos del Gobierno en verdad piensan que somos tres millones de pendejos, como bien dice, Pedrito Altamiranda.