En Panamá, todos creen que la botan cuando salen ante los medios o ante un nutrido grupo de personas con discursos vacíos y llenos de incoherencias. Los políticos ocupan el primer lugar de la lista de los oradores aburridos.
En este tema, tenemos que coincidir todos es del miedo que sentimos la mayoría a dirigirnos al público. Todos los estudiosos apuntan en el mismo sentido: tenemos miedo al ridículo, y en Panamá somos muy temerosos de hacer el ridículo. La mejor forma de superarlo es con la práctica, y pensar que nos estamos dirigiendo a un grupo de amigos. No todos somos grandes oradores, pero si que podemos ser unos oradores amenos y eficaces, si hacemos llegar nuestro mensaje de forma cordial, clara y efectiva.
Para lograr nuestro objetivo, podemos dar algunas pautas básicas a tener en cuenta:
- Debemos saber cuando empezar y cuando terminar, e incluso improvisar. Si vemos que el público está muy aburrido, podemos tratar de acortar el discurso.
- Que es lo que queremos decir y transmitir. Hay que tener claro el objetivo del discurso y sus puntos fundamentales, para hacer llegar el mensaje correctamente y que sea comprensible por el público.
- Como hacerlo llegar. Debemos "interpretar" el papel de forma convincente para que el público reciba y crea el mensaje. Hay que saber captar su atención y mantenerla.
Una forma de perfeccionar nuestro discurso es practicar. Delante del espejo, grabándolo en una cinta y escuchándolo, con amigos que pueden hacer de críticos, etc. Pero no ha de olvidarse del mayor protagonista: la voz. Hay que cuidar la entonación (module y dirija bien su voz), el tono (claro y relajado), el volumen (ni bajo, que no se oiga nada, ni gritando, atemorizando al público), el ritmo (no hable muy pausado, ni rápido como con ganas de terminar lo antes posible) y vocalización (pronuncie correctamente, se le entenderá mejor). Evite pausas, tartamudeos, repeticiones, vacilaciones y alargamiento de palabras (tipo eeeehhhh, queeee, buenoooo, etc).