Existen ciudadanos de todos los estratos sociales que se jactan de ser honorables personas, pero jamás lo podrán ser si son indolentes y malditos contra las personas con discapacidad que dependen de sus familiares para sobrevivir en grandes luchas y situaciones de salud que jamás buscaron.
Atacar a los discapacitados y lanzarles todo tipo de insultos, como: minusválidos, parapléjicos, enfermos mentales, mongolitos, loquitos, etc. y etc., es estar en contra del derecho de vivir que tienen estas personas.
Ellos y sus familiares tienen el derecho a vivir en el lugar donde residen, sin privaciones, sin ser cercados ni mucho menos privados de su libertad. Tienen el derecho de ser considerados, de caminar por donde los demás caminan y de transitar libremente sin recibir ofensas ni amenazas.
Son seres humanos y, lo mismo que sus familias, necesitan respirar aire puro; no el contaminado por gente sin escrúpulos que por encima de todo se transforman en los enemigos de la misma vida. Estos ciudadanos nunca podrán ser buenos ciudadanos. Al contrario, la sociedad seria los rechaza. Solo los corruptos y faltos de alma ríen de sus insolencias y sus burlas.
Estas personas -hombres y mujeres- que obsesionadas por quien sabe qué cosas que los transforman en veneno puro, son las mismas que no salen de las misas los domingos y reciben la santa ecuaristía. Da verg�enza verlos arrodillados ante el Señor, cuando todos saben lo que llevan por dentro.
En nuestro país existen leyes penales para castigar a estos osados, pero generalmente como no abundan las acusaciones, no son aplicadas con la energía necesaria. Por ello, los malos panameños se siguen burlando de las personas con discapacidad en sus múltiples manifestaciones. Estas personas nunca podrán ser buenos ciudadanos.