Para muchos panameños que están trabajando en las campañas políticas de los candidatos que aún quedan, la política es un juego como el de "La Silla", muy popular en las fiestas: ese en que un número de personas bailan alrededor de una hilera de sillas de una cantidad menor, y cuando se detiene la música, todos se apresuran para no quedarse sin silla.
Traducción: están en política para acomodarse. En el mejor de los casos, se trata de personas motivadas por un genuino interés de formar parte de un aparato gubernamental que le resuelva a la población.
En el caso de individuos menos altruistas, el fin es llegar al cargo para resolverse ellos mismos.
Y cuando hablamos de los descarados, lo único que les interesa es conseguirse un puesto botella, o un garrafón si es posible.
Es una visión completamente distorsionada y desfigurada del papel de la política, de las campañas y del servicio público en el sistema democrático. Por desgracia, es la visión que prevalece.
No es de extrañar, cuando la principal oferta de los partidos políticos hacia sus agremiados consiste en el clientelismo y el paternalismo.
Solo hay que ver cuando una campaña política termina derrotada, como grandes masas de miembros de su campaña saltan desde el barco que se hunde hacia los que todavía se mantienen a flote. Es igual que con el juego de "La Silla".
Es una actitud derivada de aquella concepción de que el Estado y el gobierno es una gran teta de la cual hay que pegarse como sea. El que está pegado de la teta está "en la papa".
Como nuestros políticos siempre han vivido a cuestas del pueblo, muchos piensan que viviendo como sanguijuelas del estado es devolverles el favor a los políticos. Pero no se la están aplicando a ellos, sino al pueblo.