Se viene suscitando en el pleno corazón de la ciudad capital una serie de crímenes conexos a las pandillas que mueven la droga hacia y desde Panamá, situación que trilla con nuestras características de nación pacífica, trabajadora y honesta que nos ha destacado mundialmente. Lo lamentable es que no se vislumbra tregua alguna a esta guerra urbana de traficantes.
Sin duda, los altos índices de criminalidad señalan una poca o carente experiencia en el manejo que el Estado le da a la seguridad pública y al parecer la mayoría de las calles están a merced de las bandas de delincuentes locales y extranjeras. Precisamente, los medios de comunicación se hacen eco diario de la situación a grandes espacios, denotando que las pandillas están silenciando con su mortífera pólvora, nuestros sueños de un Panamá pletórico de esperanzas y de progreso.
Paradójicamente y en consecuencia, se ha evidenciado que quienes han sido llamados a ejercer cargos con mando en asuntos de seguridad pública y aquellos que recién se incorporan en posiciones de asesoría a los estamentos de seguridad de esta administración, están ridiculizando al jefe del Ejecutivo y dejando en duda lo acertado de sus designaciones. Más inaudito aún, a cien días de gobierno, las autoridades siguen con el discurso de sus antecesores que nada o poco pasa en nuestras calles.
Reconocemos que muchos vienen con huellas de éxito en la empresa privada, pero están errando sus pasos dentro de la administración pública. Señores, no es lo mismo ni se escribe igual; lo escrito en sus hojas de vida son simplemente historietas ante el llamado a gritos que la sociedad les hace para una toma atinada de decisiones. Tengan siempre presente que el asunto de la delincuencia es altamente delicado, no es un juego de figurar ante la sociedad por medio de la prensa.
