Milcíades A. Ortiz Jr.
A los dieciocho años dejé de creerle a las madres cuando hablan bellezas de sus hijos...
Era un Oficial Mayor del Juzgado Cuarto del Circuito Penal.
Una señora con lágrimas en los ojos me dijo que su hijo había sido injustamente detenido. "�l es buena persona, pero la Policía lo persigue por ser negro y pobre".
Mi romántico sentido de justicia e idealismo se estremeció. Prometí buscar el expediente para estudiarlo y reparar la injusticia.
�Tremenda sorpresa me llevé!
Ese "hijito" era un maleante de "siete leguas", con un "Récord Policivo" de tres páginas y media. Había "visitado" la isla de Coiba por lo menos en tres ocasiones.
Cuando volvió la madre le leí todo el "Récord Policivo" de su hijo. La recriminé por haberme mentido y decir que "nunca había sido detenido".
"�Por qué lo hizo?", pregunté buscando respuestas que me enseñaran la realidad de la vida en ese mi primer empleo.
Bajando la vista murmuró..."es que soy su madre"...
Aunque eso pasó hace cincuenta años, siempre vuelve a mi mente cuando me entero de madres que no quieren aceptar que sus hijos están "haciéndolo mal como ciudadanos".
Eso me sucedió el otro día. Vi a unas madres de institutores, quejándose de los "excesos" cometidos por la Policía.
El oficial actuó con mucho acierto. Señaló que ella debía tener autoridad sobre su hijo.
Los daños que hicieron los malos "aguiluchos" a su Alma Mater no tienen justificación.
A través de los años he conocido casos de madres "alcahuetas" de sus hijos. No entienden que con esa actitud le hacen daño.
Aunque no lo crea, una de ellas, incluso, vendía los objetos robados de su "hijito". Y ante sus amigas lo alababa, por "ser el hombre de la casa y mantenerla a ella y sus hermanos".
Cuando la Policía lo mató en momentos que robaba, �cómo gritaba contra las autoridades!
Una cosa es ser madre y padre, y otra no reconocer la mala conducta de los hijos...Los niños necesitan que los orienten sobre lo bueno y malo de la vida.
Debo aceptar que hay madres que no tienen esta actitud cómplice. A veces ellas mismas entregan a las autoridades a sus hijos delincuentes.
Si no corregimos temprano a los jóvenes, crecerán torcidos. Y como dicen en los bosques del Tabasará, "árbol que crece torcido, nunca su tallo endereza".
