Una cartera es un objeto indispensable para hombres y mujeres. No importa el tamaño. Es necesario que en esa cartera quepan los elementos indispensables.
En ocasiones está tan cargada que su peso pareciera no afectar a sus dueños. Mejor aún si lo que hace bulto es el dinero.
Pero, imaginemos si en la mayoría de estas carteras lo que hubiese que cargar es la cultura. �Cuántos estarían dispuestos a llevarla consigo en sus carteras?
Habría que hacer una encuesta, ahora que están de moda. Quizás la respuesta de algunos sería: "La cultura es un objeto muy pesado para llevar en la cartera".
O tal vez, muchos aceptarían que es un artículo hoy día más accesible. Quien sabe si unos pocos señalarían que sigue siendo costosa. La respuesta no es esencial en este momento. Lo básico es saber que hay acceso a conocer sobre este tema.
La cultura profundiza en el conocimiento y sobrepasa los límites de lo artístico. Es una oportunidad para sensibilizar al mundo. Es un huerto de margaritas en medio del árido solar de la ignorancia. Y no me refiero a la de las letras, sino a la del alma.
Casualmente, la cultura es la llave que podemos transportar en nuestras carteras sin mayor dificultad. Abre las puertas de la mente y el corazón. Nos ayuda a observar nuestro universo de una forma distinta.
Lo digo porque es refrescante oír a un sencillo campesino hablar con gracia y cortesía. Mientras que desagrada el trato grosero de aquellos que por "saber mucho", poco es en realidad lo que han aprendido.
Por eso, no es de extrañar, que a pesar de las buenas notas de ciertos estudiantes, su vocabulario sea inculto, lleno de vulgaridades.
Las expresiones culturales como la música, pintura, poesía y otras deben seguir vigentes en la enseñanza de las escuelas. Pobre cultura es dejar huérfanos a los estudiantes de este aprendizaje, como manifiestan algunos cuando hablan de modernizar la educación panameña. De qué sirve un país plagado de lujosos edificios, si sus habitantes sufren una falta de cultura.
