Sábado 14 de nov. de 1998

 








 

 


MENSAJE
Mil razones para un fuego

Hermano Pablo
Costa Mesa, California

"Hay mil razones para un fuego", explicó el capitán de bomberos de Lyon, Francia. Hablaba con un aprendiz mientras corrían por las calles a apagar un incendio. Llegaron a la casa incendiada, tendieron las mangueras, y en quince minutos habían apagado el fuego.

Dentro de la casa estaba el dueño, Gastón Pellenc, chamuscado, semi asfixiado por el humo, y borracho. En los compartimientos de la casa había más de mil latas vacías de cerveza. "No te dije que hay mil razones para que se queme una casa?", le repitió el jefe al aprendiz.

Mil latas vacías de cerveza en la casa de un hombre solo, son indicio de un hábito muy arraigado. Gastón no coleccionaba latas vacías. Las compraba llenas y él mismo se encargaba de vaciarlas. Una noche, con casi ocho litros de cerveza en el estómago, se quedó dormido, y con el cigarrillo encendido prendió fuego a la alfombra.

El alcohol dentro del cuerpo nunca hará nada bueno. Fuera del cuerpo el alcohol puede ser útil. Sirve para desinfectar heridas, para crear fricciones y para aliviar músculos cansados. Puede servir también para hacer compresas cuando hay inflamación. Pero metido dentro del cuerpo, el alcohol siempre produce desastres. Gastón Pellenc tenía literalmente mil razones para quemar la casa. Eran sus mil latas de cerveza que tenía por todos lados.

Así como Gastón, también hay otros que tienen sus latas de cerveza, o sea sus razones para chocar con el automóvil, para hacer algún desatino o para cometer cualquier locura. Porque el alcohol embota la inteligencia, nubla el raciocinio y entorpece la mente.

Es posible librarnos del dominio del alcohol? Sí lo es, aunque por nuestra propia cuenta es muy difícil. Pero si nuestra confianza está en el Supremo Creador, y a El acudimos con fe, sí es posible. Lo único que se requiere es una decisión, la de abandonar el vicio y de entregarnos de todo corazón a la voluntad divina. Cuando dejamos de forcejear contra Dios, le damos a su Hijo Jesucristo la libertad de hacer milagros en nosotros.

Hagamos de Cristo el Señor y Maestro de nuestra existencia. Así no tendremos mil razones para quemar la vida sino mil y más razones para llevar una vida plena, abundante y gloriosa.

 

 

 

 

 

CULTURA
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