El ministro de Seguridad, José Raúl Mulino, hizo declaraciones a la agencia internacional de noticias AP que lo menos que producen es una profunda preocupación. Comparó la frontera tico-panameña con el peligroso estado mexicano de Tijuana, en donde los carteles de la droga hacen prácticamente lo que les da la gana.
Mulino fue directo cuando dijo que en la frontera "pasan muchas cosas", refiriéndose al tráfico de drogas, armas y seres humanos. Se le olvidó mencionar que en esa área ya se han detectado mareros centroamericanos con intenciones de establecer células permanentes en Panamá.
Esta situación no es exclusiva de nuestro país, al contrario, los panameños nos hemos mantenido un tanto alejados de ella, mientras el resto de las naciones de la región hacían crisis frente a la delincuencia.
El ministro Mulino se ha caracterizado por su sinceridad, llama a las cosas por su nombre, sin tapujos. Al final de cuentas, es mejor; los que dirigen el país tienen la obligación de hablarle a la ciudadanía con la verdad.
Lo importante es que el Gobierno no se ha quedado de brazos cruzados ante el avance del crimen organizado en la región. La idea de "blindar" nuestros mares para tratar de cortar el tráfico de drogas por el país, es acertada.
Los panameños estamos a tiempo de tomar las medidas que sean necesarias para contrarrestar el avance de la criminalidad. Hemos dado pasos correctos en esa dirección, reconocer la gravedad de la situación, es precisamente uno de ellos.